Mientras en su iPad suena un tal Dellafuente con una canción irritante para una feminista de toda la vida, en la radio celebran los 40 años de las primeras elecciones libres que tuvieron lugar en España desde 1933. A los 15 años es lógico considerar que 40 es una eternidad, así que parece normal que no repare en lo que cuenta la radio. El aniversario sirve para constatar una anormalidad histórica: hace tan solo cuatro décadas la democracia no existía en España. En realidad tampoco arrancó ese 15 de junio del 77. Al relato de aquella jornada histórica se le hurtó el ingrediente básico de la pluralidad. Todas las emisoras debían conectar con RNE desde donde se proyectaba un discurso informativo único. Y entre las papeletas faltaban las de una veintena de partidos republicanos que el Estado mantuvo en la ilegalidad.
Dellafuente entona ese inexplicable Consentía que choca tanto con la sintonía superada de 1977. Urge aclararle que tras esa orquestación que suena a antigualla está la épica de los comienzos. El día anterior a ese 15 de junio, casi nada de lo que considera normal lo era. Los ciudadanos no votaban, se sentenciaba a muerte a estudiantes, se instruía a la sociedad para que considerara el golpe de Estado del 36 un proceso de liberación, las madres solteras tenían hijos «ilegítimos», el divorcio y el aborto estaban prohibidos, demócratas e intelectuales vivían en el exilio, los anticonceptivos eran ilegales, los trabajadores no tenían derecho a huelga y las mujeres vivían tuteladas por sus padres o por sus maridos, de forma que ni siquiera podían comprarse una casa... Espeluzna esta lista terrible que define a sus responsables. Es fácil considerar que entre el reguetón eléctrico que suena y aquel libertad sin ira media un agujero negro. Pero qué sencillo era saber en el 77 quiénes eran los peores y qué subidón aquella convicción general de que el futuro sería mejor. No sé si a la de 15 le podemos ofrecer algo así.