Demasiados discursistas

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

10 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nuestro escenario político (y en general toda nuestra sociedad) se ha ido llenando de discursistas, es decir, de personas que hacen discursos sin necesidad, por el simple hecho de hacerlos y lucirse en ello. El diccionario de la RAE define con claridad al discursista como «persona que forma discursos por cavilosidad y ocio, o pretendiendo lucirse con ellos». Y, por si quedasen dudas, explica cavilosidad como «aprensión infundada, juicio poco meditado». Algo de lo que andamos sobrados en España, donde discursear se ha convertido en una especie de diarrea nacional. 

Hay que reconocer que nuestra sociedad se está polarizando de un modo que se me figura indeseable, sobre todo por la endeblez de los argumentos en uso. Frente a las afirmaciones de unos surgen las respuestas de otros, casi siempre saturadas de insultos o de descalificaciones. Porque lo importante parece que es desautorizar y zaherir al rival.

Pero ¿quién es el rival? Ni se sabe. Alguien dice algo, no importa qué, y se encuentra con un ataque, a veces masivo, por parte de quienes necesitan descalificar todo aquello que no encaje o quepa en su estrechez de miras. De este modo, si tomamos el ejemplo de las disputas en las redes sociales, se ve cómo se pasa de la discusión al insulto sin ningún debate cabal y, por supuesto, sin el menor respeto por quien ofrece su opinión o su parecer ante cualquier realidad o acontecimiento próximo o lejano.

Si hiciésemos las interpretaciones cabales de algunas de las frases pronunciadas, por ejemplo desde poco antes de la pasada moción de censura, veríamos con claridad los nobles propósitos que animan a nuestros imparables discursistas. Su objetivo era no perderle la cara al adversario y lucirse criticando todas sus posiciones con el mayor entusiasmo, aunque esto no conllevase necesariamente ningún rigor argumental

Es verdad que tenemos algunos parlamentarios brillantes, y así se debe reconocer, pero el número de discursistas ociosos, que buscan solo justificarse mediante vanos soliloquios llenos de simplezas es cada vez mayor y más insoportable. Quizá ignoran que pierden el tiempo inventando un pasado para apuntalar un futuro que ni siquiera intuyen.