La tragedia de Hillary

Jaime González-Ocaña LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Brendan McDermid | Reuters

24 jul 2017 . Actualizado a las 08:11 h.

El destino de Hillary Clinton ha empezado a tener dimensión de heroína de tragedia griega. Es, salvando las distancias, una Antígona sofoclea -una mujer que sobrevive en una perpetua desesperación existencial, que se empuja a sí misma a luchar para que el bien triunfe, pero sus actos la llevan a tener que enfrentarse a malignas consecuencias inesperadas-.

 La última punta en el ataúd de la justicia cósmica podría llegar, en un enredo del destino, si en el 2020 Ivanka se presentase y ganara las elecciones: la primera mujer presidenta, la hija de su acérrimo enemigo, Trump. «¿Por qué ella y no yo?». Así podría terminar el monólogo cerrando la tragedia de Hillary, antes de que se bajase para siempre el telón de su vida pública.

Dejando al margen analogía y fantasías, es triste que una mujer de su calado, con más de 40 años dedicados a servir a su país en lo social y lo político, haya acabado de la manera en que ha acabado -derrotada por un Trump (en las antípodas en términos de concepción intelectual y profesional de la política) y deambulando de entrevista en entrevista, de acto en acto, refugiándose en Comey y las Wikileaks para justificar su derrota electoral-.

Está claro que Comey y el asunto de los emails influyeron negativamente en el devenir de las presidenciales. En particular, el anuncio de Comey (que reabría la investigación criminal contra Hillary a unos diez días de las elecciones) produjo un desplazamiento de la opinión pública -algo casi físico, como un movimiento sísmico en el país-. Ahí empezaron los miedos, justificados, de Hillary. Pero esta sigue sin aceptar su parte de responsabilidad: una serie de errores (de estrategia de campaña, de utilización de recursos, de mensaje, de lectura de la realidad del país) le costaron las elecciones.

Hay dos corrientes de opinión entre los simpatizantes demócratas. Una dice que Hillary hace lo que tiene que hacer: se ha ganado el derecho a dar su opinión y seguir interviniendo en la vida pública como una ciudadana más… pero Hillary no es una ciudadana más -es Antígona-. La otra, a la que yo me adhiero, sugiere que Hillary debe aceptar su destino y desaparecer por un tiempo de la escena pública -en realidad, por el bien del mapa político del Partido Demócrata-.

Este sobrevive tocado por el resultado de las elecciones. Movilizado únicamente por su desprecio y oposición a Trump. Sin plan de futuro, sin mensaje claro, sin otra estrategia que no sea resistir al presidente. ¿Hay que tirarse a la izquierda? ¿Mover el partido hacia el centro? Su discurso político está fragmentado. También su liderazgo: figuras del ala más progresista (Sanders, Elizabeth Warren) se enfrentarán a jóvenes valores que esperan su oportunidad para tomar el mando (los diputados Adam Schiff o Tim Ryan; senadores como Cory Booker, Kamala Harris o Chris Murphy). Y la alargada sombra de Obama proyectada como vara de medir para el futuro líder del partido.

¿Qué papel coherente puede desempeñar Hillary en semejante paisaje político?