El ministerio de la soledad

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

19 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La Constitución española de 1812, como ya hacían sus antecedentes en la Revolución Francesa y en la incipiente nación de los Estados Unidos de América, proclamaba con solemnidad el derecho de las personas a ser felices. Decía el artículo 13 de la malograda Pepa: «El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen». Pocas cosas podrán transmitir mejor la antítesis de una sociedad que persigue la felicidad de sus individuos como este titular de hace unos meses: «Aparece momificada en su casa de Culleredo después de siete años desaparecida». Murió sola y nadie la echó de menos en todo ese tiempo. La funesta soledad extrema.

Los abuelos conforman una red de cobertura social imprescindible para muchas familias, parejas jóvenes con hijos, a las que ni los horarios de trabajo ni las nóminas les dan para tener acompañada a la prole. De modo que los abuelos, además de la argamasa afectiva que aportan en el seno doméstico, son en ese sentido un alivio para los responsables de garantizar unos servicios sociales civilizados. Esos que permitan compatibilizar las obligaciones laborales con la atención a los críos y que dan cobertura a los ancianos cuando más lo necesitan. Pero la realidad, cruda y despiadada, nos recuerda cada poco la soledad a la que muchas personas se ven abocadas en sus últimos años. Cuántos en los últimos tiempos, aquí en Galicia, han dado titulares, no tan extremos como el de la mujer momificada de Culleredo, pero igualmente reveladores de un problema de gran calado que tenemos por resolver.

Theresa May, la primera ministra británica, acuciada sin duda por una lacra que afecta a nueve millones de sus conciudadanos, pero quizás también inspirada por aquel principio del derecho de las personas a la felicidad, acaba de crear la Secretaría de Estado contra la Soledad. Si el departamento gubernamental no se queda en poesía, tal vez marque un camino a seguir. Son ya muchos los esfuerzos y recursos que aquí se dedican a los ancianos. Pero insuficientes en un país que envejece.