Sobre la sanidad: el diagnóstico es sencillo, pero la solución, compleja

OPINIÓN

27 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El diagnóstico del problema fundamental es sencillo. La solución, compleja, por eso el problema persiste. La resistencia natural ante cualquier modificación profunda de la situación actual es superior a cualquier beneficio potencial en el futuro. El problema, en definitiva, es la inadecuación del modelo asistencial al entorno social, económico y demográfico actual, muy diferente al que existía en su origen. Desde hace muchos años, el sistema sanitario se mueve por inercia sin que nadie realmente lo gobierne, entendiendo por gobierno el establecimiento de estrategias de largo alcance que garanticen su solvencia y la puesta en marcha de acciones concretas que soporten esa estrategia en el día a día.

Programado para tratar la enfermedad, el modelo incorpora continuamente y de manera casi automática -normalmente a los hospitales- nuevas tecnologías, valiosas por lo general, aunque no siempre, y las superpone sobre lo preexistente. Y esta avalancha no encuentra una eficaz labor de gobierno que la canalice estratégicamente. Más bien se lleva a cabo una gestión de mínimos del proceso, sin llegar nunca a orientarlo dentro de un marco integral de promoción de la salud y prevención de la enfermedad. Porque este es, sobre todo, un modelo de enfermedad y no de salud.

Un modelo de enfermedad es, por lo demás, insostenible en una sociedad fuertemente medicalizada que valora poco la prevención y no digamos la responsabilidad individual en la misma. La presión asistencial genera tensiones en las instituciones y en los profesionales más expuestos a la misma. Las respuestas que se dan son inevitablemente circunstanciales e insatisfactorias, de manera que la situación parece cronificarse aunque en realidad se agrava con el tiempo.

Posiblemente no hay más solución que un cambio radical de rumbo hacia un modelo de salud. En las décadas venideras, el verdadero milagro de las enfermedades que aquejan a sociedades progresivamente envejecidas no será el tratamiento curativo, por más que se apunten avances espectaculares, sino la prevención. Se precisa, en primer lugar, poner en valor la salud pública en una dimensión colectiva vía programas específicos e integración en políticas no sanitarias pero que afectan a la salud de las personas. Y, en segundo lugar, en una dimensión individualizada, abordar una prevención primaria y secundaria para la que los profesionales de atención primaria están en una posición inmejorable. Pero se necesitan medios. Una estrategia de largo plazo debe acompañarse de acciones a corto que vayan en la misma dirección y estas deben tener una clara repercusión presupuestaria.

Es obvio que el peaje de esta destrucción creativa supone un elevado grado de estrés político que sólo se puede superar con liderazgo. Aunque ayudaría, siendo pragmáticos, no llevar a cabo una redistribución brusca de recursos, sino utilizar los incrementos marginales para reorientar el sistema sanitario con una visión de salud.