Guerra

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Efe | Sergey Dolzhenko

23 ene 2022 . Actualizado a las 19:54 h.

Guerra es una palabra corta. Se escribe y dice rápido. Fácil, salvo para aquellos que se enganchen con la «r». En inglés todavía se necesitan menos. Tres letras y listo. Con un golpe de voz, arreglado.

Sencillo. Escribirlo. Decirlo. Como ahora, que en algunos casos se aborda el tema como si fuera una brisa de invierno que simplemente amenaza con hacer volar la servilleta de la mesa de los países resguardados, con despeinar unos segundos los cabellos que se creen con derecho a los laureles. Se trata el asunto como un punto más de la agenda. Como si asistiéramos al desfile de los jinetes del apocalipsis con el ánimo del que acude a una cabalgata de Reyes. Pues vendrá la carroza de Gaspar, que ya toca. Pero, aunque uno se crea que camina sobre las aguas con botas de goma e impermeable con garantía, en este mundo todo salpica. Saltar sobre los charcos no sale gratis. Y esas manchas permanecen después más allá de la generación que tuvo que ensuciarse. Algunos dirán que esta puesta en escena de gran teatro mundial es un juego similares a aquellos de la Guerra Fría. De mucho despliegue sobre el tablero y poco jaque mate real. Marcando territorio. Pero no vivimos tiempos tranquilizadores. Algunos indicios invitan a pensar que quizás estos líderes de ahora tengan peor pulso que ciertos tipos de antaño. El ramillete de presidentes y primeros ministros que orbitan sobre nosotros no son precisamente un dream team. No hay guerra buena. Solo la de Gila. Curiosamente, contaba de sí mismo: «A mí me fusilaron mal». Porque decía que los soldados que le dispararon estaban borrachos, no acertaron y él se hizo el muerto para salvar su vida. Se dice pronto. La guerra.