Boris en el número 10 de Party Street

Jorge Quindimil COORDINADOR DEL GRADO BILINGÜE EN RELACIONES INTERNACIONALES. UNIVERSIDAD DE A CORUÑA

OPINIÓN

María Pedreda

08 jun 2022 . Actualizado a las 16:27 h.

¿No le ha pasado a usted alguna vez que salía de casa un día cualquiera pensando que iba a trabajar y se encontraba en el trabajo con una fiesta con karaoke donde corría el alcohol? Pues a Boris Johnson sí. Las múltiples fiestas organizadas en su residencia oficial, en el número 10 de Downing Street, durante lo peor de la pandemia, han dado lugar al partygate que sitúa al primer ministro en peligro real de perder su cargo.

De momento ha logrado superar la primera prueba de fuego, la moción de confianza planteada por su propio partido. ¿Se imaginan al grupo parlamentario socialista poniendo en cuestión el liderazgo de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno? En el Reino Unido ha sucedido dos veces en cuatro años: Theresa May, en el 2018, y Boris Johnson anteayer mismo. El líder está al servicio del partido y no al revés.

Johnson ganó la moción de confianza, pero con menos apoyos de los que obtuvo May, que acabaría dimitiendo meses después. Más del 40 % de los suyos le han dado la espalda e incluso afirman que no está capacitado para el cargo. Pero, sobre todo, el Partido Conservador tiene claro que los líderes débiles no ganan elecciones, como se vio en los comicios municipales del pasado 5 de mayo, donde los laboristas de Keir Starmer ganaron 224 concejales —incluso en feudos conservadores—, los liberales 157 o los Verdes 82, mientras los tories perdían 344. El próximo 23 de junio habrá elecciones parciales para elegir a dos nuevos diputados. Otra prueba de fuego para el primer ministro y para su partido.

Johnson tiene por delante una investigación policial por las fiestas y una investigación política para determinar si mintió a la Cámara de los Comunes, que se sumarán al informe interno de Sue Gray que destacó «fallos de liderazgo». El Partido Conservador fue implacable con Thatcher, la todopoderosa dama de hierro que dimitió en 1990, y con la menos poderosa May, que dimitió en el 2019. ¿Qué razones tendrían los tories para ser piadosos con el abucheado y polémico Boris Johnson? La única baza firme que parece tener a su favor es la ausencia de un líder alternativo. Pero esto podría ser solo cuestión de tiempo.

El futuro de Boris Johnson es incierto, pero su debilidad es muy cierta, y hay quienes ya ven el principio de su final político. Ahora bien, si Boris Johnson también lograse mantenerse en el cargo, habrá que reconocerle un mérito político extraordinario. Se habrá ganado el derecho a seguir montando fiestas ilegales en Downing Street, y el de cambiarle el nombre a su residencia oficial por el de Party Street.