Con el título de este artículo me refiero al Libmeldy, por el que Alemania e Italia han pagado 2,47 millones de euros: una sola dosis para curar una enfermedad tan terrible como es la leucodistrofia metacromática. Suma y sigue, porque esta es la historia interminable: una historia de egos, codicia, mentiras y poder. Lo del precio de los fármacos hace tiempo que se nos fue de las manos. Pero no queremos afrontarlo, porque para hacerlo hace falta rigor y mucho coraje político. De esta manera, la bola no hace más que crecer hasta que nos desborde y el sistema sanitario público rompa definitivamente. La gente piensa que la situación actual de la sanidad es coyuntural, pero no es así, es estructural.
El análisis del asunto parte de una premisa falsa: la necesidad de proteger la industria farmacéutica porque es ella la que investiga. Buena parte de los resultados que consiguen las farmacéuticas se deben a la investigación básica que realizan investigadores públicos. Pero es que, además, los ensayos clínicos se ejecutan mayoritariamente en centros sanitarios públicos. Por último, no hay transparencia en la manera cómo se conforman los precios de los medicamentos. Lo hemos visto con las vacunas para el covid-19. La industria no acepta un nivel de beneficios conciliable con la ética. Por el camino, mucho márketing, mucho grupo de presión, algunas mentiras y no pocas manos manchadas de quienes juraron servir con lealtad e integridad a los enfermos.