Scariolo

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

FILIP SINGER | EFE

18 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece salido de una secuencia rodada por Scorsese. Quizás una de El irlandés, junto a De Niro, Pacino y Pesci. Podría estar disfrutando del Eurobasket desde la grada o desde su casa. Comentando desde una merecida atalaya. Pero Sergio Scariolo ha decidido estar a los mandos de la selección española de baloncesto cuando comenzaba la travesía del desierto después de la edad de oro de los Gasol y compañía. Supuestamente, la derrota ante Bélgica suponía la confirmación oficial de que nada podría devolvernos aquel esplendor de la lucha por las medallas. Al menos a corto o medio plazo. Una generación extraordinaria se había agotado. Bastante habían resonado ya sus ecos, con éxitos conquistados sobre la bocina de la lógica. Imposible tirar más de ese cuerda. Pero Scariolo y los suyos han conseguido el milagro. Otros combinados llegaron a la competición con su bonito álbum de cromos. España no prometía nada. Quizás sobrevivir un partido más allá de la fase de grupos. Sudor, garra y batuta técnica. Así siguió avanzando más allá de cualquier expectativa. Ha recuperado su aura, esa que dice que no importan ni el momento ni el plantel. Nunca favorita, siempre peligrosa. Su lema es que nadie está a salvo. Y es como si esta máxima la hubiera adoptado todo el torneo. Scariolo casi no celebró en la cancha el triunfo sobre Alemania en semifinales. Muy serio, estrechó la mano de sus rivales, saludó a algún seguidor español y se marchó al vestuario. No participó en la fiesta que habían montado los jugadores en el centro de la pista. En su cabeza, trabajo pendiente. Francia. «Estoy dándole vueltas a ver cómo seguimos engañando al personal», dijo después en la rueda de prensa. Digno de Coppola o Scorsese.