Estamos completamente felices

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

María Pedreda

06 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

No nos extrañemos. Es lo que entre todos hemos (han) procurado. Unos ejecutando con sus anatemas y cancelaciones la más abyecta de las presiones intelectuales, y otros con el silencio. Algunos no han callado. Y cuando pensaron que el «lenguaje inclusivo» se había convertido en censura, lo denunciaron. Es bueno no callar, por más que con el dedo, etcétera, etcétera, decía el maestro Quevedo. Aunque no callar te expulse del paraíso de la corrección política, que es la condena disfrazada de «progresismo». Es óptimo ser un condenado en estos tiempos intelectualmente decrépitos. Si alguien dice que ha leído un libro, de los clásicos y permanentes (y lo recomienda y enaltece), lo acusan de petulante. Y si haces el memo día tras día, entre redes sociales y otros comentarios diversos, nadie te acusa por tu memez exultante. Quizá lo mejor sea abonarse al reino de la mudez. El sigilo y la reserva son más prósperos que el pronunciamiento y la voz clara. En estos tiempos no se tolera discrepar de la bandada políticamente correcta. Aunque ahora la caterva cultural —«el mundo de la cultura», se autodenominan— se tire de los pelos en cada nuevo salto mortal de la simpleza y la bobada. La última: los libros del escritor británico Roald Dahl fueron revisados y modificados para las próximas ediciones eliminando cualquier «lenguaje ofensivo». Y aquí surge el primer interrogante: ¿qué se entiende por lenguaje ofensivo? Me pregunto si alguien ha leído los largos monólogos del Ulises de James Joyce. Leopold Bloom, qué demente, cómo podía decir todo aquello que decía. Y Molly, su mujer, cómo respondía con libidinosidad a tanto improperio. Incluso apunto algo más, cómo el autor osó caer en tanta bajeza, lascivia, impudicias y obscenidades.

El motivo de la revisión de los frescos textos de Dahl es simple, según el portavoz de los herederos de los derechos de autor quieren asegurarse de que todos los niños sigan disfrutando las maravillosas historias y personajes de Roald Dahl. Literalmente. Aseguraron que el análisis de los textos comenzó en el 2020 antes de que Netflix se propusiese pergeñar una nueva camada de películas (todas muy correctas) con los libros de autor. Y, por supuesto, también arguyeron que la literatura debería ser mucho más inclusiva. La letanía de siempre. Y así estamos. Al Lazarillo de Tormes le cortarían los pies para que no caminase. Y habían de cortarle la lengua para no hablar. La Celestina estaría entre rejas. Nuestro Valle Inclán, desaparecido. También Blanco Amor o el nobel Camilo José Cela. De Rosalía solo quedarían los poemas de amor, y no las quejas amargas de cuando la echaron de su idioma, el gallego. A don Álvaro Cunqueiro le propondrían que el mago Merlín fuese Morgana y Simbad, la reina de los mares. Es el mundo cultural que hemos construido. Y al que nadie parece ponerle fin. Todas y todos estamos completamente felices. Contentos y contentas. Con perdón.