Abril y mayo

OPINIÓN

XOAN A. SOLER

29 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando abril concluye y sube la cuesta empinada de los treinta días, debuta el mes de mayo, con esa insolencia juvenil de empoderamiento presagiando, prologando, anunciando que el verano está próximo.

Para mí, estos dos meses eran acaso los más alegres, los mejores del año, meses de certidumbres que conformaban el esplendor en la hierba y la consagración de la primavera; un único mes, como una estrofa de copla española clásica, una estrofa de los maestros Quintero, León y Quiroga, letristas de las más populares y recordadas canciones de la memoria cultural de nuestra música de siempre.

Mayo era un mes de vísperas, de expectativas y anticipos. El tiempo volvía a ser amable, el telón de la noche entraba en su etapa perezosa negándose a cerrar la tarde sin horas. Árboles, plantas, camelias y hortensias, la proletaria flor del toxo, dorada en oros viejos, alcanzaban su madurez. Galicia estaba, como apunta su himno, «do seu verdor cinguido». Era el mes de la Virgen (con flores a María), el mes mariano por excelencia, con la festividad de Fátima dividiendo el mes en dos mitades.

Tengo nítidos los recuerdos de abril y mayo que se cuelan en los mejores días de mi juventud, los traigo al frontispicio de este artículo a modo de viejas estampas que ilustran mi vida.

Ahora, el verano parece anticiparse y el cambio climático trajo al mes de abril un carro de calores que nunca antes se dejaron ver, y que alcanzan en muchas ciudades españolas los temidos cuarenta grados de la canícula agosteña, del asfixiante ferragosto.

Y en el horizonte de la última semana del mes por comenzar, de mayo, tendrá lugar la renovación o consolidación de alcaldes en los 8.131 ayuntamientos del Estado, que incluyen a los 313 gallegos, que celebrarán elecciones municipales en una contienda casi fratricida y bipolar que perfilará las elecciones generales del invierno.

Durante abril y mayo se mudaba completamente el decorado de la vida que parecía desperezarse anunciando el inmediato porvenir. Era un tiempo nuevo, los rapaces cambiaban las canicas del invierno por los juegos más viriles del ché y la billarda. La sangre, como cada primavera, seguía alterada y el mes comenzaba con la fiesta universal del trabajo, la más reivindicativa de las jornadas feriadas, que aquí, durante el auge del nacional catolicismo, se llamó el día de san José Obrero.

Son cosas de abril y mayo que siguen estando apoyadas, como en la copla, «en el quicio de la mancebía, mientras miraba encenderse la noche de mayo…». Eran otros tiempos. Dos meses en uno.