El que más y el que menos estaban satisfechos de que las elecciones municipales se hubiesen celebrado y tener un tiempo hasta diciembre, fecha prevista para las generales, para descansar de tanta promesa que jamás se va a cumplir. Pero Pedro Sánchez, con cara de suma preocupación, salió a la palestra y convocó estas últimas para el 23 de julio. A no ser que tenga preparada una nueva chistera con conejo incluido, puede parecer que tira la toalla, pero a mí me da la impresión que se está buscando un buen puesto fuera de un palacio de la Moncloa que parece abocado a tener en breve nuevo inquilino. Quien lo ocupe, caso de que Sánchez pierda los comicios, tendrá ocasión de acabar con esos supuestos avances sociales que nos ha vendido el presidente como si pensara que los españoles no pasamos de 60 de coeficiente intelectual. Será el momento de ver qué se hace con tanta norma firmada por un presidente coaccionado por sus socios de Gobierno. Sedición, malversación, okupación y un largo etcétera. Si Sánchez hubiese podido gobernar sin los apoyos de Bildu, separatistas catalanes, podemitas y demás socios, no hubiera deteriorado nuestro ordenamiento jurídico de la forma que lo hizo. A punto han estado de cargarse, pese a que quedó muy tocado, nuestro preciado Estado de derecho.