Hace unos días han podido conocer los resultados de una investigación publicada en la revista Science sobre la taurina, un aminoácido libre no proteico, y sus relaciones con el envejecimiento. Allí se publicaban los resultados de una investigación iniciada hace 11 años, en una colaboración multinacional con 46 autores, dirigida por Vijay K. Yadav, de la Universidad de Columbia en Nueva York. El inicio de la investigación respondía al hallazgo de que, en personas mayores, el nivel de taurina en la sangre se reduce hasta un 80 % a lo largo de la vida y que niveles bajos de taurina están relacionados con más inflamación, más grasa abdominal, riesgo de diabetes tipo 2 y peor control de azúcar en sangre. Y de ahí formularon su pregunta: ¿el envejecimiento era debido a la disminución de taurina o la taurina disminuía por el envejecimiento? Los modelos biológicos con los que trabajaron, ratones y macacos, les han permitido establecer que, en estos animales, la taurina suplementada en la dieta atenúa múltiples procesos biológicos propios del envejecimiento. A la vez que los estudios con la Universidad de Munich evidencian que la actividad física incrementa los niveles de taurina en humanos.
El relato de la taurina y el mejillón de las rías gallegas comienza cuando el Profesor Fernando Fraga, del CSIC, uno de los más reputados oceanógrafos españoles, pero también un sólido químico orgánico, aborda en los años 50 del pasado siglo la bioquímica del mejillón, estableciendo que la taurina es un importante componente, hasta el extremo que en 1963 propone la recuperación de la taurina y de hidratos de carbono en el agua del procesado del mejillón por métodos químicos. También en el CSIC, el grupo de Murado y Franco aborda ya en los ochenta la recuperación de estos compuestos en el agua de procesado por métodos biológicos. En 2006, Fernández-Reiriz, Babarro y Garrido observaron que la taurina fue el aminoácido libre no proteico más abundante en el mejillón cultivado en batea. Las cantidades relativas de taurina más bajas aparecieron en los mejillones más grandes, observando su disminución con el tamaño. Lo que guarda un paralelismo con el envejecimiento observado por el grupo del profesor Yadav para otros animales, incluidos los humanos.
Los resultados publicados ponen en valor, una vez más, las características nutricionales y sus aspectos funcionales —en el caso de la taurina frente al envejecimiento— de los mejillones como un sólido alimento azul, que no precisa suministros de agua dulce, alimentos preparados o antibióticos, y cuyo cultivo deja una muy débil huella de carbono, próxima a la de algunos vegetales, y con unas características nutritivas de gran singularidad. Los mejillones son fuente sostenible de proteínas de alta calidad, por encima de la de los huevos, omega-3, fitoesteroles y betaína, vitamina B-12 o hierro, además de la taurina que nos ocupa. Todo ello permite, a quien interese, ampliar el relato del mejillón. Lo que no sobra.