El pasado y el olvido

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Julio Munoz | EFE

19 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Se les atribuía al actor Francisco Rabal y al escritor Manuel Vázquez Montalbán una frase que se hizo célebre: «Contra Franco vivíamos mejor». Era su manera de recordar irónicamente de dónde veníamos, dónde estábamos y hacia dónde queríamos que nos dirigiese la Transición. Frase que, al parecer, provenía de otra previa que decía justo lo contrario: «Con Franco vivíamos mejor». Juegos de palabras que suelen acompañar a los cambios políticos. Porque lo que vino después fue el olvido de lo anterior.

La realidad es que la transición del franquismo a la democracia fue modélica y ya no se escuchan en ninguna parte lamentos sobre ese tiempo que se abrió paso en una sangrienta Guerra Civil. De hecho, ni siquiera son frecuentes los comentarios o la exposición de recuerdos de entonces, entre otras cosas porque los años se han convertido en barreras ya franqueadas, a las que solo algunos historiadores dedican su tiempo y su talento, porque la Historia está ahí y debe ser conocida.

Ahora estamos enfrascados en la democracia, como si jamás hubiera existido otra cosa —y menos todavía una brutal y sangrienta guerra civil—. Una realidad (la de ahora) que nos sitúa en el ámbito democrático en el que los ciudadanos deciden su destino, con mejores o peores líderes, pero siempre conforme a sus votos.

Fue a Felipe González, entonces secretario general del PSOE, al primero al que le oí decir que no era tiempo de mirar hacia atrás, porque había llegado el momento de la democracia en España. Frase que, en términos muy parecidos, escuché por boca de Manuel Fraga Iribarne, tras su regreso de embajador en Londres. Defendían opciones políticas distintas, pero todas ellas dentro de un sistema de elecciones democráticas.

La actualidad está llena de controversias y juegos dialécticos que buscan una mejor posición en el balance democrático. Basta con ver a nuestros líderes políticos para distinguir sus estrategias y sus objetivos en una España democrática. Y no siempre reconforta descubrir su ocasional —o no solo ocasional— altura de miras. El presidente Sánchez encarna lo que es: el presidente del Gobierno de España. Pero a veces su altura de miras parece mucho más centrada en sus intereses partidistas que en todo lo demás. No obstante, la historia continua y el voto popular irá abriendo la senda futura, con el líder o partido que la ciudadanía decida. Como debe ser.