Crispación

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

DADO RUVIC | REUTERS

13 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En estos días de asueto dediqué más tiempo de lo que acostumbro a husmear por las redes sociales, ese universo paralelo en el que cada día habita más gente y del que hace tiempo me declaré desertor.

No obstante, reconozco que este mundo, por el que actualmente en España se mueven cuarenta y un millones de personas, es decir, el 85 % de la población, es un territorio que requiere ser explorado porque va ser el hábitat natural en un futuro inmediato.

En España, cada usuario utiliza de media seis redes sociales diferentes, las más populares son YouTube, Instagram, Facebook, TikTok y LinkedIn, por ese orden; del total de usuarios el 51,1 % son mujeres y el 48,9 % son hombres. Los más activos son de edad comprendida entre 25 y 34 años (21,8 %), seguidos de los que tienen entre 35 y 44 años (20 %). De las 5 horas y 45 minutos diarios de media que pasamos en internet, 1 hora y 55 minutos se dedican a las redes sociales.

Las redes sociales se han desarrollado en menos de 20 años (Facebook 2004, Youtube 2005, Twitter 2006, Instagram 2010, Tiktok 2016). Visto el éxito, podemos imaginar que la proliferación de nuevas plataformas como de usuarios crecerá exponencialmente y es fácil predecir que tanto las relaciones interpersonales, como el entretenimiento y la información de todo tipo, lo haremos mayoritariamente enredados. ¿Algún problema? Sí, varios

No es mi intención hacer una autopsia psíquica del usuario de las redes sociales del futuro, pero en estos días de exploración vacacional hay algo que llama la atención. Aparte de los timos, la incitación al consumismo desaforado, el erotismo de filtro y caucho, los influencers vulgares e ignorantes que siguen millones de fans, las exhibiciones de la vida personal de gentes corrientes que satisfacen la pulsión escópica de una pléyade de mirones y los narcisos atrapados por su imagen en la pantalla, aparte de todo esto lo más relevante es la enorme crispación que se respira en ellas. En el mundo de las redes, la gente está groseramente encabronada. Es verdad que el anonimato que permiten fomenta más el desahogo, pero aún así me parece desmesurado.

Esta crispación solo puede entenderse desde algunas claves: la tensión de un mundo globalizado y exasperado por todo tipo de desgracias e injusticias que ya nos pertenecen a todos. La polarización crispada de una sociedad que se expresa desde una ira y una violencia verbal contra el que no piensa igual, del todo descomedida. Se me antoja que algo tiene que ver con la reacción esperada de unos tiempos poscovid aún sin digerir.

Un poco de sosiego y sigan el consejo de Sócrates: «Vive oculto».