«Ergofobia»

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

CANIDO

29 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya tardaban en empezar a dar la matraca con el clásico del final de verano, el síndrome posvacacional, ese constructo de la sociedad del bienestar que nos cuenta todos los años un psicólogo o un psiquiatra mediático. ¡Que fatiga!

Se trata de un proceso de adaptación —dicen— donde hay irritabilidad, depresión, insomnio y ansiedad. ¿Y qué esperaban? Lo raro sería que uno acabara los días de molicie y se viniera arriba al volver al tajo.

El llamado síndrome posvacacional no es más que el estar jodido de toda la vida, solo que en su versión 2.0, propia de una sociedad de blanditos a los que todo les afecta.

La tendencia a psicologizar la vida cotidiana es un rasgo característico de nuestro tiempo, ayer escuchaba a uno que lo diagnosticaba como «ergofobia». En cuarenta años de estudio y ejercicio de la psiquiatría jamás vi cosa igual, si los maestros clásicos oyeran semejantes banalidades pensarían que estamos de coña, porque nunca hubieran imaginado que el severo corpus psicopatológico acabaría trufándose de abalorios que banalizan el verdadero sufrimiento psíquico. El trabajo es al mismo tiempo una maldición y una bendición, y me temo que lo seguirá siendo toda la vida.

La cuestión se resume en una cosa, que no nos gusta trabajar. La civilización no es más que la lucha por no tener que trabajar; si se han inventado las máquinas y los robots, domesticado los animales, canalizado las aguas, implementado los seguros y las pensiones de jubilación, ha sido con el objetivo de no tener que trabajar.

Algunos piensan que haciéndose instagramer, youtuber, influencer o coach de las cosas más peregrinas se salvarán, pero el día 1 no habrá salvación para nadie que tenga la bendición de tener trabajo y habrá que volver.

¡Ay!, que me entra la ergofobia.