Quevedo en Ferraz

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

MARISCAL | EFE

17 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En el año 1621 el rey Felipe IV subió al trono de España. Contaba entonces dieciséis años y delegó las tareas de Gobierno, nombrando valido a quien hasta entonces había sido su tutor, don Gaspar de Guzmán y Pimentel, el Conde Duque de Olivares.

 

El Conde Duque de Olivares venía a sustituir al Duque de Lerma, valido de Felipe III, hombre corrupto donde los haya al que Quevedo dedicó la coplilla de: «Para no morir ahorcado, se vistió de colorado el mayor ladrón de España», haciendo referencia al cardenalato al que accedió para quedar impune de sus latrocinios.

Quevedo llevaba años denunciando las fechorías del de Lerma y al mismo tiempo mantenía una buena relación de amistad con el Conde Duque. Por eso, al ser nombrado valido del rey, el poeta se sintió esperanzado, confiando en que la nueva etapa que se abría sería una magnífica oportunidad para poner en orden los muchos frentes abiertos que tenía el reino por aquellas fechas. Entre estos frentes se encontraba la incipiente sublevación de Portugal y Cataluña, que acabaría en el llamado Corpus de sangre de los segadores y la posterior firma de la Paz de los Pirineos (1659) que puso fin a la revuelta. Cataluña se dejó más de un pelo en la gatera perdiendo parte de su territorio que se anexionó Francia.

Portugal se perdió para siempre.

En todo ese rebumbio político estuvo metido Quevedo manejando tanto la pluma como la espada. Siempre atento, denunciando todos los errores que se iban sucediendo uno tras otro a través de sus escritos.

Esa indomable libertad de expresión que acompañó a Quevedo toda su vida, le costó la amistad con el Conde Duque que, a la postre fue quien lo acabó desterrando y finalmente encarcelando hasta su muerte.

El detonante definitivo que le costó el destierro, fue una epístola satírica que envió al Conde Duque cuando este amenazó con callarlo.

Aquel escrito, cobra palpitante actualidad vista la respuesta que la actual dirección socialista ha tenido con el histórico Nicolás Redondo y los llamados socialistas del antiguo testamento:

«No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy sin miedo que, libre, escandalice, puede hablar el genio, asegurado de que mayor poder le atemorice.

En otros siglos pudo ser pecado severo estudio y la verdad desnuda, y romper el silencio el bien hablado.

Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda, que es lengua la verdad de Dios severo, la lengua de Dios nunca fue muda».

Y seguimos igual.