Un ataque de celos

Ernesto Sánchez Pombo
ernesto sánchez pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Jesús Hellín EUROPAPRESS

24 sep 2023 . Actualizado a las 13:42 h.

No neguemos al señor X y al hermano de Juan Guerra su derecho a opinar libremente de lo que les venga en gana. Que algunos parecen tener la tentación de hacerlo. Que opinen también de la amnistía que, según parece, guarda Pedro Sánchez en un cajón para mejor momento. Aún más, hay que invitarlos a que sigan hablando, porque cuanto más se manifiesten, más retratados quedan. Un retrato que les favorece bien poco y que puede servir para desenmascararlos definitivamente. Después de todo cuanto hicieron. 

Porque, hasta ahora, no han sido capaces de ofrecer ni un solo razonamiento fundado sobre la inconveniencia de conceder la prevista medida de gracia al líder de la revolución de los señoritos, que rechaza la gran mayoría de los españoles. Por ejemplo, como acaba de señalar Nicolás Sartorius, podrían abordar si está justificada por razones de interés público y democrático general para superar las consecuencias del procés e iniciar una nueva etapa. Pero no. Sus planteamientos son más propios de la barra de una tasca que de un ateneo o un plató. Así se retratan como lo que realmente son: unos osados arrogándose el papel de salvadores de la patria.

La inquina llega a tal punto que rompen las normas mínimas de respeto. La afirmación del hermano de Juan Guerra, uno de los primeros rateros de nuestra democracia, que contaba con despacho oficial en el que el empresariado entregaba las mordidas, sobre que a Yolanda Díaz «le habrá dado tiempo entre una peluquería y otra a tener un ratito para estudiar», es cuando menos un insulto. O, como dijo Carmen Calvo, un comentario «absolutamente detestable».

Como lo es escuchar a quien rescató de la cárcel a Vera y Barrionuevo, entre otros sujetos y otras fechorías, asegurar que la amnistía es una humillación deliberada a la generación de la Transición. Etapa en la que siguen instalados medio siglo más tarde y de la que no tienen intención de salir. Acaba de decir el expresidente andaluz Rafael Escuredo, que «la Transición fue necesaria y estuvo francamente bien, pero no por ello deja de ser pasado. Y vivir del pasado, en política, suele ser fruto, por lo general, de quienes perdieron el poder y lo siguen añorando».

Y ese es el problema de este par de eruditos casposos que lideran una cuadrilla de cabreados. Coléricos, porque estos nuevos jóvenes socialistas no cuentan con ellos después de haber prestado tantos servicios al país. Y, sobre todo, tantos servicios a sí mismos y a sus familias.

Otro viejo socialista Luis Yáñez, que formó parte de lo que él denomina trío inseparable desde la clandestinidad, abona esta tesis. Entiende que el hermano de Juan y el señor X sufren un ataque de celos porque Sánchez no les consulta. Y por eso arremeten contra todo lo que sea socialismo actual. Con lo fácil que les resultaría descalificar y despedazar el perdón previsto a Puchy. Pero están tan ofuscados que son incapaces de dar un argumento sólido.