Ven en tren; ah, no que no hay

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Sandra Alonso

04 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay una nueva conversación en el país que es, al mismo tiempo, lo mejor y lo peor que nos ha pasado en los últimos años. Desde que los gallegos redescubrimos el tren, gracias a los abonos gratuitos puestos en marcha durante la pandemia, las estaciones y los vagones vuelven a vibrar como no lo habían hecho desde que el Estado apostó por las carreteras y abandonó un ferrocarril cuyo uso fue durante años pura militancia. Errores que se cometen.

La cuestión es que cualquiera que en los últimos dos años se haya subido a un tren en Galicia habrá sentido ese placer intransferible, ese aroma de antigua modernidad, de civilización que desprende un convoy y que a pesar del maltrato al que ha sido sometido nunca llegó a desprenderse de algo que está en su ADN y en el nuestro, pues el tren ha estado siempre asociado a nuestro progreso y a nuestro bienestar.

La cuestión es que tras meternos a todos en un transporte público limpio, tras obedecer a las instrucciones que llevamos escuchando desde aquel «Papá, ven en tren», ahora resulta que el servicio está a punto de colapsar de éxito y de arrastrar a otros transportes colectivos como el autocar.

Es como si la gente dejase al fin de fumar y el sistema le metiese los ducados por las narices; como si los ciudadanos eliminasen el tocino malo de los guisos y el ayuntamiento metiese sebo de vaca por la red de saneamiento; como si hubiesen calado las campañas para hacer deporte y la diputación fuese empujando al suelo a quienes trotasen por los paseos; como si nos hubiesen convencido de que está bien andar en bici y alguien se dedicara a levantar los carriles (bueno, esto ya está pasando). Menuda oportunidad para cambiar al fin el país y qué mal lo están entendiendo.