El oso

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

Valentino Mastrella | Archivo PNALM

21 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En un viejo Reader's Digest —publicación muy popular allá por los años setenta y perfecta para unos minutos excusados o la inducción del sueño— encontré esta historia escrita por un tal R. F. Leslie, titulada El oso que vino a cenar. En ella relata que cuando pescaba en un lago de Canadá durante sus vacaciones vio acercarse un enorme oso negro. Agobiado por la situación, pensó cómo podía hacer para demostrarle al oso sus buenas intenciones y conseguir una simpatía que le posibilitara salir bien parado de aquel encuentro.

El problema estaba en que no tenía ni idea de cómo se entablan relaciones amistosas con un oso de esas características. Leslie no tenía experiencia previa, ni conocía argumento alguno que dar a un oso para lograr su amistad. En situaciones así, la inteligencia no sirve de mucho y suele ser la espontaneidad la que resuelve el problema. Leslie comenzó a darle al oso las truchas que había pescado de una en una. Al oso le pareció bien y se fue acercando al hombre hasta acabar sentado a su lado contemplando cómo pescaba.

Al caer el día, Leslie regresó a su cabaña y el oso se fue con él, de modo que al transcurrir las semanas sus relaciones se fueron haciendo cada vez más simbióticas; Leslie satisfacía de manera creciente las necesidades del oso, le quitaba las garrapatas, jugaba con él y le daba miel a todas horas. Por su parte, el oso daba muestras de confianza con las amistosas intenciones del hombre y nunca le propinó zarpazo.

El relato omite el final, de modo que no se sabe si finalmente el oso se quedó a vivir con Leslie o si, por el contrario, acabó devorándolo una vez que a aquél se le acabaron las truchas y la miel.

Pues eso.