Un despiste de mil millones de dólares

María Luisa Cid Castro

OPINIÓN

Imagen del Prestige cuando era remolcado mar adentro el 14 de noviembre del 2002
Imagen del Prestige cuando era remolcado mar adentro el 14 de noviembre del 2002 J. M. CASAL

26 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya van 21 noviembres desde que el Prestige derramó una catástrofe sucia y desoladora en Galicia, y sigue pendiente saber quién va a pagar los destrozos. Lamentablemente, la respuesta es que, más allá de los 22 millones depositados en su día, puede que no veamos un centavo.

Estupefactos, nos preguntamos cómo es posible y algunos juristas miramos a lo que vamos a denominar «despiste» o error de cálculo difícil de entender, y más difícil aún de digerir.

Estamos ante una colisión entre el Derecho Español y la Common Law, donde la aseguradora London P&I Club nos va ganando la mano gracias a una ayuda inesperada: la nuestra. Tras la catástrofe, se abrió en España un procedimiento penal que permitía reclamar daños a la aseguradora, conocida como El Club. Una veterana en mil batallas, que no iba a permitir que España dirigiese la función. En su contrato, constaba una obligación fundamental: someter cualquier reclamación a arbitraje en el Reino Unido.

Así, mientras España seguía lentamente su proceso, El Club solicitó arbitraje en Londres, del que nuestro país fue notificado. Los servicios jurídicos de España, lo mejor de nuestro derecho, convencidos de que el procedimiento español era el bueno, probablemente ignorando la forma en que los británicos gestionan estos asuntos, tomaron una decisión catastrófica en ese arbitraje: no hacer nada.

En febrero del 2013, el Reino Unido dio la razón al Club por incomparecencia de España. La sentencia española llegó nueve meses más tarde. Solo después de eso, los jurídicos españoles se movilizaron en el Reino Unido yendo, por fin, con todo incluso ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

Siguieron años de recursos, argumentos y acusaciones hasta la última resolución, de hace apenas unas semanas, que de nuevo da la razón al Club por algo que aprende cualquier estudiante en sus primeros años: que la resolución del Reino Unido, a partir del arbitraje que España decidió ignorar, hace que el asunto sea cosa juzgada.

Cabe aún apelación, pero casi se da por perdido un dinero por el que debimos pelear con uñas, dientes y mejor conocimiento de cómo se las gasta el contrario. Inexplicable. Como si la historia no nos hubiese enseñado nada.