Esas luces blancas deslumbrantes y frías localizadas en los asilos (me resisto a llamarlos residencias de ancianos); esas luces que simulan a las del tercer grado de cualquier película policíaca estridente y que largan un puñetazo a caras arrugadas por el paso del tiempo; esas luces que revelan el pasotismo de los responsables de esos edificios llenos de camas articuladas, cuñas para orines y defecaciones y sillas de ruedas; esas luces blancas que te llevan al borde del precipicio de la vida porque te hacen sentir escoria; esas luces blancas que cortan cualquier atisbo de ambiente familiar hasta dejarlo en penumbra; esas luces blancas que dañan los ojos pequeños de aquella mujer enmarcados en surcos; esas luces blancas que atormentan a los ancianos recordándoles que son solo viejos... Apáguenlas. Por respeto.