La gota que colma un océano

Rita Míguez de la Iglesia PRESIDENTA DE ANMUPESCA (ASOCIACIÓN NACIONAL DE MUJERES DE LA PESCA)

OPINIÓN

ANA GARCÍA

14 ene 2024 . Actualizado a las 09:37 h.

Unos 25.000 kilogramos de pélets esparcidos por el Atlántico. Puede que para unos sean una gota en el océano, pero para las gentes que vivimos del mar, es la gota que colma el vaso que llevaba meses a punto de rebosar.

Desde Anmupesca lo veníamos diciendo desde hace mucho tiempo. Nuestros mares sufren y lo vemos cada día que las mariscadoras salíamos a faenar, cada día que se reduce el trabajo de las mujeres que vivimos de la pesca. Ha sido la constante diaria de los últimos meses. Así lo hemos clamado a los siete vientos desde todos aquellos foros o encuentros en los que hemos tenido la oportunidad de hacerlo.

Pero es ahora, con el vertido de miles de pélets cuando volvemos a ser foco de atención y se nos recuerda lo vulnerable que es este medio y toda la actividad que conlleva. Es innegable que miles de buques pasan frente a nuestras costas, es incontestable que los temporales son impredecibles, pero también es cierto que la tecnología y la información se han desarrollado lo suficiente en nuestros días como para estar plenamente incorporadas al servicio de las personas, algo que, lamentablemente, a mi juicio, no siempre sucede en lo que respecta a determinados colectivos.

Ningún país desarrollado puede consentir que un mes después de producirse un vertido no se sepa realmente la cantidad exacta que ha caído al mar, su composición, los posibles efectos de la catástrofe o el impacto que esta puede tener en la actividad vinculada a la misma, y otras muchas cuestiones que a cualquier ciudadano de a pie se le vienen a la cabeza.

Ningún país desarrollado puede permitirse un ejercicio de falta de transparencia derivado de la falta de traslado a la sociedad de toda esta información y ningún país desarrollado puede tomarse el lujo de mirar hacia otro lado cuando el impacto de este drama afecta a miles de personas y de familias que viven del mar y a la preservación del medio marino tiñendo ya de blanco nuestras costas (tanto la fachada atlántica, como la cantábrica).

Somos las gentes de la mar, las que trabajamos a diario en el entorno marino, que lo observamos y cuidamos como si fuese parte nuestra, las principales perjudicadas por este vertido. Las mariscadoras que nos encargamos de recoger directamente el producto de nuestras rías ya hemos alertado de la situación. ¡No hay marisco y el que hay se muere en el mar!

Ahora llega esta marea blanca que siembra de más incertidumbre nuestro futuro pero también el de otros sectores. ¿Qué va a pasar cuando estas bolitas, hoy visibles, se conviertan en microplásticos y pasen a la cadena de alimentación de peces y otras especies (si no lo han hecho ya)? ¿Qué sucederá cuando desciendan las capturas y no haya pescado para vender? ¿Qué va a pasar cuando no se puedan llevar a la mesa estos productos del mar y tener una dieta equilibrada de la población? Este futuro no está tan lejos. Hoy son bolitas, mañana pueden convertirse en una avalancha.