Ay, las monjitas

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Un grupo de monjas votando en el CGAC, en Santiago, este pasado 18 de febrero
Un grupo de monjas votando en el CGAC, en Santiago, este pasado 18 de febrero XOAN A. SOLER

13 mar 2024 . Actualizado a las 08:12 h.

No es fácil averiguar cuántas monjas viven y ejercen a día de hoy en Galicia. Unas trescientas residen en conventos de clausura y el total puede multiplicar esa cifra por dos, pero hoy son un colectivo misterioso, ajeno al ritmo de los tiempos, de importancia menguante e irrelevantes en la conversación pública. Galicia vive ajena a esas mujeres que hasta hace unas décadas tenían en sus manos la educación de muchas niñas, niñas que crecieron bajo la tutela de unas religiosas que tantas veces transmitían valores equivocados, que discriminaban a las crías en función del dinero de sus padres, que ocultaban los manoseos de los curas y cuya dimensión pedagógica era objetable y complaciente con aquel tardofranquismo sociológico. Sorry, pero los colegios de monjas de los setenta y ochenta fueron para muchas de nosotras una eficiente fábrica de ateas.

Hoy, el de monja es un oficio extravagante atosigado por la crisis radical de vocaciones que apremia a la Iglesia católica, aunque fuera de Galicia hay quien le concede el grandioso poder de decidir quién nos gobierna. Si la teoría esgrimida por José Félix Tezanos fuera cierta, las sores que hoy apenas atienden algunas residencias de ancianos del país serían agentes electorales omnipotentes con capacidad para doblegar el vaticinio electoral del CIS, la única agencia demoscópica que antes del 18F enviaba a Rueda a la oposición con una contundencia apreciable. Ese ejército de nurses con cofia gris y la papeleta del PP en la faltriquera lo describe el primer sociólogo del país, o al menos el sociólogo oficial, que tal vez podría visitarnos más para ayudarnos a localizar esa especie que para nosotros avanza hacia la extinción pero que domina una red que Tezanos conoce y nosotros no y que al parecer nos imprime carácter y singularidad.