Patrocinado porPatrocinado por

«Cualquier persona que se desprecie jamás emigraría»

Andrea Lobo / R. N. OURENSE / LA VOZ

AGRICULTURA

Antonio Cortés

El investigador presentó su último libro en A Limia, su comarca natal

27 ago 2014 . Actualizado a las 09:56 h.

Manuel Mandianes hace una radiografía de los sentimientos que experimenta un emigrante en Viaxe sen retorno, su último libro. Lo presentó ayer en Xinzo de Limia, la capital de la comarca que lo vio nacer. Habla de las ilusiones y desazones de quien escoge partir por necesidad y no vuelve porque la tierra natal de su familia no es la suya propia.

-¿Qué recoge en «Viaxe sen retorno»?

-Es un libro sobre la emigración desde un punto de vista diferente al tradicional. Me pongo en la piel del emigrante, que es quien nos va contando lo que siente en cada momento de su periplo. Para ello me he reunido con emigrantes prácticamente en todo el mundo. Yo mismo soy encuestador y encuestado, porque mi experiencia de emigrante es de muchísimos años.

-¿Cuál es el perfil del emigrante ourensano?

-Hasta el siglo XXI el emigrante ourensano fue más bien un hombre de la Galicia rural. Los que yo he entrevistado son gente que en su origen había trabajado en la agricultura, muchos de ellos tenían una cierta experiencia urbana pero habían crecido en el rural. Con todo ello, se puede decir que eran personas tanto física como mentalmente muy sanos, pero además con un cociente intelectual muy elevado. Aunque en su mayoría no eran conscientes de lo que iban a encontrar, el hecho de romper con su país de origen es una decisión muy fuerte que solo puede tomar una persona que hasta cierto punto está segura de sí misma y tiene una profunda autoestima. Cualquier persona que se desprecie jamás emigraría.

-¿Cómo se prepara un viaje así?

-La gente partía al país que en su mente habían imaginado, como si fuera el paraíso. Este es uno de los ejes del libro. Esa mitificación se rompe, se dan de bruces con la realidad, y lo que vuelve a mitificar, pasado el tiempo, es su país de origen. Pero al volver a su país ve que lo que había dejado no existe porque ha cambiado mucho. El desarraigo se inicia cuando comienza el viaje de ida, cuando uno prepara el viaje está como en una nube. Al llegar al destino se da cuenta de que no está junto a familiares y amigos ni en el sitio que conoce.

-¿Y los primeros pasos?

-Es una situación durísima. Muchos emigrantes de los años 50, 60 ó 70 son gente sin patria, sin lengua y sin dinero. Vivían en casas cerca de las fincas en las que trabajaban y el único trato que tenían era entre ellos. Ni los domingos salían a tomar una cerveza porque tenían el ansia de ahorrar y, en otros casos, no tenían ni con quien tomarla.

-¿Qué buscan los emigrantes?

-Mejorar su situación económica. Pero el efecto casi universal de la emigración es una nueva mentalidad. Aunque hay quien ha vuelto y el mundo ha pasado por ellos, pero ellos no por el mundo. La mayoría han regresado con una mentalidad enriquecida y han favorecido el desarrollo económico de España, sin enriquecerse ellos mismos.

manuel mandianes antropólogo y autor de «viaxe sen retorno»