El espectro de las palabras

tareixa taboada OURENSE

OURENSE

Santi M. Amil

Jorge Varela plantea un discurso textual con intervención espacialista para el centro cultural Marcos Valcárcel

20 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la nada. Martin Heidegger.

El artista e historiador Jorge Varela presenta en el centro cultural Marcos Valcárcel la exposición titulada 59 citas para una escultura ausente en la que plantea a través del desplazamiento lingüístico, un análisis de la escultura y de su carácter sempiterno.

Radicaliza su gesto tumbando la escultura en el suelo, anulando los principios de verticalidad y autonomía espaciales hasta lograr la condición de escultura interventiva como lugar. Extrañamente lírica de textos apropiados, elementos construidos como en serie con una normalización geométrica, herméticos y lapidarios.

Minimalista con solemne austeridad propone un singular recorrido por el espacio-camino ritual mediante la repetición y el empleo de una escultura modular, de unidades mínimas de material, la neutra ausencia de color que domina el blanco, y la paradójica irreverencia de Carl Andre en la supresión de lo emocional, el concepto de apropiación y lo inalterado y la preocupación por la intervención espacial y el artificio narrativo. Con la cuidada escenografía, las coloraciones y cualidades de la superficie del material busca una respuesta orgánica en los sentidos estimulados.

El carácter atemporal, indefinido como un espacio abstracto y una conciencia de pasado arqueológico en forma de memoria en una ficción escenográfica cuya duración en torno al presente, transporta a un pasado pretérito, críptico y simbólico, con un análisis del concepto de tiempo próximo a Deleuze y presente en la arquitectura de Richard Neutra.

Una estructura textual en la ilusión de infinitud que deriva de una mirada conjunta como un horizonte de lápidas que se alinean en idéntico plano.

Una depuración minimalista de las formas en una reducción fenomenológica, antinatural, ordenada con mínimas alteraciones y evitando todo añadido superfluo que distraiga la percepción en la homogeneidad invariable de la luz, la forma y el tratamiento de la superficie, del material que compone cada pieza que constituye un todo y parte de un conjunto fragmentario. Varela profesa un interés arqueológico por los elementos textuales, inscripciones, grafitis, lápidas y placas, reivindicando el valor de las palabras y de los códigos lingüísticos en las apropiaciones de las citas de pensadores y escultores como Richard Serra, Baudelaire, Richard Long, Rosalind Krauss, Hildebrand, Cage, Boccioni, Giacometti, Oteiza, Judd, Beuys…

Silencioso y lineal. La obra carece de resonancia, aunque adquiere un fluido rítmico que sobrecoge con la sensación del que penetra en un espacio sagrado o ritual, mítico que invita a la reflexión sobre el discurso que Varela establece como narrador omnisciente, distanciado y cuya lectura, solo para iniciados, hace de la inteligibilidad un atributo de su propuesta artística intelectualizada, valiente y elitista. La luz delimita el espacio como material, como imagen de fosa común, abandonando como reliquias las partes independientes de la gran intervención coral como autónomos constituyentes de un esqueleto cálcico.

Una instalación de carácter tautológico basada en la reproducción sistemática de un modelo icográfico. Rosalind Krauss, en un análisis sobre el minimalismo, subraya la preocupación por el objeto, la luz y las interacciones de este en el material en la obra de artistas como Donald Judd, Varela dialoga entre la superficie pulida no reflectante y la incidida y áspera, distanciada de la emoción.

Un análisis de la estructura, gravedad, elasticidad y de la articulación del espacio próximo a la defendida por Paul Valéry y el formalismo de Mies van der Rohe en el interés por el cerramiento, así la obra que componen las 59 citas, aun teniendo un principio y final arbitrario expone un relato cerrado. Cómo la cultura occidental se asienta en lapidarias citas, el pedestal intelectual que marca nuestro capital cultural, ese poso de pasado con esperanza de futurabilidad, ese rigor mortis de las cuestiones pretéritas, la permanencia de la memoria colectiva y el peso del pasado, que convierte sesudas reflexiones en postulados ideológicos de rancia antigüedad. La presencia de un expirado pasado y el temor a una damnatio memoriae, el vértigo que suscita el no ser recordado. Varela presenta la compleja realidad contemporánea con un desplazamiento emocional, la alienación y soledad, la globalización y el distanciamiento cultural.