Un proyecto vinícola muy personal en O Ribeiro que llega a 14 estrellas Michelin

Cándida Andaluz Corujo
Cándida Andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Cedida

El empresario Jorge Pérez Fernández, de la bodega L'Ombre, recorre España con su furgoneta para dar a conocer sus vinos

27 jun 2022 . Actualizado a las 18:33 h.

La historia de Jorge Pérez Fernández es la de un hombre que tuvo claro su sueño y supo convertirlo en su profesión. Este ingeniero agrónomo, natural de Carballeda de Avia, es el propietario de la Bodega L’Ombre, con sede en Lentille, Cenlle, y que pertenece a la Denominación de Origen Ribeiro. Una empresa unipersonal en la que ha podido aunar lo aprendido durante años trabajando para otras marcas con su propia visión de la viticultura. Todo empezó con el nacimiento de su hijo Joel. Ese mismo día se puso el mundo por montera, dejó su trabajo y comenzó su aventura. Era el año 2011. «No tenía dinero para comprar una bodega y decidí alquilar una que llevaba tiempo sin funcionar. Estuve cinco años, tuve problemas con el dueño y decidí irme. Ahí cree L’Ombre, que significa sombra y la imagen es la mano de mi hijo. La otra marca Pinka es en honor a las hijas de un amigo muy especial», explica.

Tras tener que abandonar la sede donde tenía la bodega, empezó casi de cero. Pero lo que en principio fue un batacazo se convirtió en la oportunidad. Jorge encontró en el 2016 el lugar ideal para instalarse. «Tenía que buscar otro local y encontré una ruina que tiene ahora 400 años de antigüedad en Lentille. La vi y supe que era el lugar. La reconstruí sin ayuda ninguna, pedí un crédito, hipotequé mi casa y la remodelé. Al final, después del varapalo vino algo mejor. La bodega tiene unas condiciones climáticas muy buenas, que me hace hacer vinos muy particulares y diferentes al resto. El viñedo está a diez minutos y los alquilé durante 25 años. Tiene una calidad de uva muy diferenciada», explica. Así, con las ideas claras de lo que quería y una bodega propia, pudo empezar a elaborar sus vinos. No más de 7.500 botellas al año que hoy se pueden consumir en 14 restaurantes con estrella Michelin, entre ellos Aponiente de Ángel León.

«Es un producto de gama muy alta y de poca producción. Trabajo en vinos naturales con la mínima intervención. Son de fermentación espontánea y van sin filtrar. Hago la vendimia en cajas de forma manual, sin productos químicos ni aditivos que puedan alterar lo natural. En bodega la intervención también es mínima. Tienen mucha personalidad, son muy reconocibles y monovarietales, de una sola uva», explica.

Además, trabaja la experimentación de forma muy exitosa y única en España: «Uso botas de San Lúcar de Barrameda con velos de flor. Las condiciones climáticas de mi bodega me permiten hacer estos vinos, por temperatura y humedad. Esto me abre un abanico de mercado a una élite muy grande», relata.

Y si eso no fuera poco, él mismo se encarga de la distribución, no hay intermediarios. Coge su furgoneta y recorre media España llevando sus vinos a sus clientes, personalmente. «En un principio fue más complicado vender. No me conocían y me veían llegar con mi furgoneta cargada de botellas. Pero cuando prueban el vino se sorprenden y cuando conocen la historia que hay detrás se crea un vínculo que acaba en amistad. Ahora tengo amigos en todos los lados, más que clientes», señala.

Comenzó viajando de ciudad en ciudad visitando los mejores restaurantes y observando, antes de entrar con sus vinos. «Ahora tengo muchos clientes que quieren mi producto, pero mi filosofía es no masificar, si mi vino está en un sitio, no se lo doy al de al lado. Doy un exclusividad y ellos saben directamente quién se lo vende, incluso les digo que vengan a la bodega para conocerla». En este punto recuerda cómo fueron sus inicios hasta llegar a la actualidad. «En los primeros tres años dormía en la furgoneta porque no tenía dinero para pagar un alojamiento. Venía a Valencia o Cádiz con 69 cajas y no podía quedarme en un hotel. Ahora, los clientes ya me dicen que me quede en sus casas. Son mis amigos», dice.

Así , Jorge Pérez Fernández dirige la bodega, cuida la viña, embotella, etiqueta y distribuye. Lo hace por convencimiento y es la clave de su éxito.

 «Hay que arriesgarse y no estar al amparo de lo fácil»

 Jorge Pérez Fernández recaló en la agricultura por razones familiares. El deporte era su pasión y su idea era hacer INEF pero tenía que desplazarse a A Coruña y la situación económica de su familia no le permitió ese gasto. Así, decidió estudiar en Ourense en una rama que tuviera que ver son sus raíces, el campo: Ingeniería Agrónoma. Jorge recuerda su infancia junto a su abuelo cuidando las viñas y vendiendo el vino a granel por varias localidades. Esta experiencia determinó su futuro.

«Creo que las empresas tenemos que ser más cercanas, trabajar el tú a tú, por eso me gusta ir a ver a mis clientes. Es importante tener las ideas claras. Llevo con la misma producción casi doce años y tuve oportunidad de crecer, pero no lo hice porque cambiaría la esencia de lo que hago. Yo quiero vivir tranquilo sin complicarme la vida», explica el empresario.

Jorge tiene claro el consejo que daría a los jóvenes emprendedores: «Hay que arriesgarse y no estar al amparo de lo fácil. La gente debe buscar un trabajo que le haga feliz, buscar su propia iniciativa y si le sale mal, volver a empezar. Es muy importante tener las ideas claras, porque los negocios no son fáciles y tienen riesgos, pero también debemos ser racionales y mover el mundo para que nuestra empresa salga adelante».

QUIÉN SOY

DNI. Jorge Pérez Fernández tiene 44 años es natural de Carballeda de Avia y vive en Ourense.

Profesión. Es ingeniero agrónomo y propietario de la bodega L’Ombre de O Ribeiro.