«Os veciños levábanlle a fariña ao meu avó, que cocía bolas para todos»

María Doallo Freire
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Toño, frente a la Panadería Teto, que escoge como su rincón favorito de la provincia
Toño, frente a la Panadería Teto, que escoge como su rincón favorito de la provincia Santi M. Amil

Los bisabuelos de Urbano Antonio Lorenzo abrieron la Panadería Teto, que él cierra tras 25 años de dedicación

14 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Se llama Urbano Antonio Lorenzo Álvarez (O Pereiro de Aguiar, 1959), aunque la mayoría lo conocen como Toño. Su vida se apoya sobre tres grandes pilares. Su familia, la panadería y el fútbol regional. «Non sería o que son hoxe sen algún dos tres», admite. Su historia comienza hace 64 años en la pequeña aldea de Santa María de Melias, en O Pereiro de Aguiar, que es el mismo lugar en el que sigue viviendo. Su madre era costurera y su padre panadero y regentaba la Panadería Teto, un horno que puso en marcha el bisabuelo de Toño a finales del siglo XIX. «El mercou a casa, que traía o forno, preto do 1880», dice. Su abuelo heredó el negocio, que su padre cogió con gusto cuando tuvo edad. «Eu fago pan, pero o meu pai era panadeiro, dos de verdade. Non lle facía falta nin reloxo nin termómetro. Sabía cando a masa estaba lista para cocerse e logo cando estaba feita no forno», concede este ourensano. Fue precisamente su padre el único de la saga que cambió el horno, hace cien años, por el que se utilizó hasta ahora. «Viñeron uns homes de Portugal para poñer pedra por pedra e trouxeron as lousas de Rande», comenta.

Toño heredó el oficio que mamó desde niño. «Recordo aos meus avós amasando a man porque non había outra forma de facelo. E tamén lembro de axudarlles a ir a por auga á fonte e quentala en potes para poder traballar con ela», explica. Él tenía siete u ocho años cuando empezó a ayudar, pero sabe mucho de lo que pasó antes de que naciese porque la panadería siempre fue el corazón de su familia. «Ao principio funcionaba como forno comunitario. Os veciños levábanlle a fariña ao meu avó, que cocía bolas de pan con distintos símbolos para diferenciar de quen era cada unha e logo pagábanlle cando vendían unha vaca ou un porco», cuenta.

Toño estudió en la escuela de su pueblo hasta los 14 años. Luego subía y bajaba todos los días a Ourense para ir al colegio Cardenal Cisneros. Se sacó la carrera de Empresariales en Vigo y trabajó en diferentes compañías antes de tomar la decisión de coger las riendas de la panadería familiar. «Estiven seis anos en Ibercar, que eran fabricantes de autobuses; logo pasei por Bazar Orense, dedicada á venda de mobles; e ata me presentei a unhas oposicións para a Seguridade Social e rematei traballando uns meses como celador», enumera. Ninguno de esos trabajos consiguió apartarlo de su destino, que le esperaba en casa. «Meu pai estaba xubilado e o rapaz ao que lle alugaba a panadaría deixábaa. A min dábame pena, despois de tantos anos, ter que pechar, así que collina sen pensar máis», admite. Fue en 1999. A punto de cumplir 25 años de oficio y jubilarse, Toño pone fin a su andadura en la Panadería Teto por un problema de salud que lo tiene de baja. En estas décadas de actividad como propietario vivió momentos muy buenos y hasta llegó a abrir un despacho en Ourense, en la calle Doctor Marañón. «A panadería é a miña vida. Gústame o oficio, a paciencia que require a masa e tamén o recoñecemento dos clientes cando lles gusta o que lles das», dice. Pero, como todo, tiene sus cosas malas. «É unha das profesións máis escravas porque traballamos de madrugada. O meu horario era dende as doce da noite ata as tres da tarde, ininterrompidamente, e así estiven vintecinco anos, sen un só día de vacacións», añade.

El producto estrella de la Panadería Teto era la empanada. «Nas festas podiamos chegar a facer máis de cen ao día. Pasabámonos tres ou catro sen durmir. Era algo tremendo», confiesa. «O segredo, que veu de xeración en xeración, era que faciamos a masa a man. Ningún panadeiro que coñezo a fai así», continúa. Toño también hacía a mano bicas de maíz, que eran muy valoradas entre los vecinos. «Logo tamén inflúe o agarimo e o tempo. A masa necesita repouso e as nosas empanadas tiñan dúas coccións no forno ata estar preto de corenta minutos», relata. Su segunda mejor creación eran los asados. «Faciamolos lento, no forno de pedra, e tiñan moitísimo sabor», termina. Por supuesto, también hacía pan: una bolla de trigo, otra de maíz y una mixta.

 

Amor por el fútbol del SD Melias y ganas de aprender portugués

Después de la panadería, la actividad a la que más tiempo ha dedicado Toño es el fútbol. «Comezamos a xogar de rapaces, nun campo de terra que había no medio do pobo, onde hoxe se fai a festa. Tiñamos porterías de madeira e xogabamos por pura diversión. Encantábanos», recuerda. Tanto que, incluso mientras cursaba la carrera en Vigo, venía cada fin de semana y se quedaba hasta el lunes para poder estar convocado en el partido del domingo. En el 2023 el SD Melias cumplió cuarenta años y Toño es uno de los fundadores. «Fun xogador, adestrador, utillero e tamén patrocinador coa panadería. Agora son afeccionado e serei todo o que precise o equipo de min», afirma.

El gran orgullo de este vecino de Melias es su familia: su mujer, su hijo, su nuera y sus dos nietas. «Agora o espazo do forno téñoo cheo de xoguetes para elas. É onde se divirten cando veñen a Melias», confiesa. Toño no se plantea alquilar la panadería, aunque ya ha recibido varias propuestas. Ahora quiere aprender portugués e informática y dedicar tiempo a los suyos y al equipo de fútbol de su corazón.

Quién es. Nació el 6 de octubre de 1959 en Santa María de Melias (O Pereiro de Aguiar). Allí se crio. Luego estudió en Ourense y Empresariales en Vigo.

A qué se dedica. Aunque tuvo varios trabajos, Toño dice que es panadero, igual que su padre y su abuelo. A este oficio se ha dedicado durante los últimos 25 años.

Su rincón. Escoge la Panadería Teto, la suya y de su familia, porque está en el bajo de la casa en la que se crio y fue el trabajo de su vida.