Las olvidadas de Monterrei

Marcos G. Hervella TRIBUNA ABIERTA

MONTERREI

16 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

He oído ciento de veces y en cientos de bocas distintas todos los proyectos que se iban realizar en la fortaleza de Monterrei y aún ahora sentado espero. Las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada. Digamos claramente que no son más que mamarrachadas.

Hoy, al cabo del tiempo transcurrido y después de innumerables levantamientos realizados, se pueden comprobar más destrozos que beneficios; muros derribados, montículos de piedras, densa vegetación, escombros por doquier, cañones moribundos y trampas arqueológicas. De la calzada mejor no hablar: en comparación la construcción de El Escorial fue un juego de niños. Al final va a ser verdad aquello de que las obras de palacio van despacio. Sin embargo cabe destacar los trabajos realizados por las brigadas de los obradoiros que adecentaron con desbroce y albañilería el entorno de la fortaleza y lo mismo con los trabajos arqueológicos. Como digo una cosa, también digo la otra, lo cortés no quita lo valiente.

Ante el espectáculo de las obras decidí pasear vagamente por fuera de la tercera muralla del recinto, bajo la caricia fecunda del sol primaveral. Se hizo necesaria la construcción de esta muralla con motivo de la guerra de separación de Portugal, defendiendo así toda la acrópolis, incluyendo dentro del recinto abaluartado los colegios de San Francisco y de la Compañía de Jesús, que hasta entonces se hallaban extramuros.

El paseo no resulta fácil por lo empinado del terreno, pero sí gratificante. Sus gruesas y hermanadas piedras son reglones de historia, sus muros son lecciones de resistencia, de supervivencia, del temor a que llegue la hora de desaparecer. ¡Pero ahí están!, matando al tiempo. La vida gloriosa de estos muros no puede escalonarse ni jalonarse con fechas determinadas, no hay en ella espacios, entre su aurora y su ocaso, todos sus días tienen la misma intensidad y un único propósito: perdurar.

Sigo haciendo camino entre matorrales y encinas, sin despegarme de la muralla me acerco al baluarte del centro, adornado con tres escudos: en la parte derecha del baluarte, el de la casa de Monterrei, en la otra esquina y a la misma altura, se encuentra el escudo del Gobernador don José Daza y en el centro y a mayor altura que los otros dos es el de la Corona española. Estaba timbrado con corona real, que fue rota a mediados del siglo pasado cuando unos desalmados derribaron la garita que complementaba aquel punto de la muralla, llevándose en su caída la corona del reino que era volada. Sus piedras yacen en el suelo, como muertos despeñados desde el alto de la muralla. Líquenes y musgo abrigan al escudo de la Corona y la lámpara de la garita que descansa sobre la escarpa del baluarte hace sombra a lo que un día fue Imperio. Más adelante, tres cuartos de lo mismo. En el denominado medio baluarte, son pocos los que adivinan otra garita, pero sus piedras desahuciadas se niegan a ser enterradas y surgen cada año como brota la amapola en primavera o sale el sol cada mañana. Ahora son solo un recuerdo; pero un recuerdo inmortal.

Se ha dicho, y es muy verdad, que la labor restauradora de un monumento es ponerla en el estado o estimación que antes tenía. Según me contaron la inexistencia de una imagen es el único impedimento para que Patrimonio realice tal cometido con la garita de Monterrei. Es de derecho y deber volver a colocar en su lugar lo que un día fueron los ojos de la fortaleza. Creo por tanto necesario aportar la fotografía que testimonia el diseño de dicha garita y dejar con ella la puerta abierta para que se pueda realizar este trabajo. No quisiera dejar esta oportunidad en silencio por mi fervorosa fidelidad al monumento. Razón le doy al que dijo «los habitantes aman al castillo, pero sin saber por qué lo aman».

Como se puede observar en la imagen la garita no pertenece al baluarte del centro sino al del medio baluarte, de la cual no queda ningún vestigio salvo sus piedras salpicadas ladera abajo. A simple vista observamos que la campana de la garita existente en el baluarte del centro es similar a la de la foto y teniendo en cuenta que dichas garitas son de la misma época se puede afirmar que son gemelas. Sosteniendo todo esto bien se puede resucitar a las olvidadas garitas de Monterrei, usufructuar sus piedras que se resisten a ser sepultadas y sacar así el mejor partido posible.

Me parece ahora mi paseo un paseo sin trascendencia. Pero ahí están, y no puedo negar estas piedras, como no se puede negar un compromiso o un credo. Surgen estas letras en esta hora del atardecer y en esta fortaleza tan sufrida.