Anita Díaz, costurera de 84 años: «Con doce años cogí por primera vez aguja e hilo y no utilizaba ni dedal»

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

NOGUEIRA DE RAMUÍN

MIGUEL VILLAR

Lleva más de siete décadas confeccionando ropa para varias generaciones de ourensanos

11 dic 2022 . Actualizado a las 18:00 h.

Su nombre es Ana Remedios Díaz Gómez (Nogueira de Ramuín, 1938) pero todo el mundo la llama Anita. Esta costurera ourensana lleva 72 años enredada entre la aguja y el dedal y no tiene pensado dejarlo ahora. «Esto es lo que más me gusta hacer», dice. Más que escribirla, ha tejido su historia en una tela infinita llena de bordados y virtuosos encajes; pero en la que también ha habido enormes rotos, que ha tenido que suplir con complicadísimos remiendos.

Anita nació en la pequeña aldea de Eiradela, en Nogueira de Ramuín. Hija de un guardia civil, se pasó su niñez moviéndose entre los distintos lugares a los que le destinaban. Vivió en Os Peares y en Barbantes y ya a los 17 se fue a Logroño a estudiar corte y confección y patronaje. Se sacó el título en tres meses porque en realidad ya sabía coser y bordar. «Me enseñó mi madre desde niña. Con doce años cogí por primera vez aguja e hilo y de aquellas no utilizaba ni dedal, así que las clases en Logroño eran muy llevaderas. Teníamos una hora y media al día y lo demás era practicar, es decir, coser, coser y coser, lo que más me gusta», explica. «La prueba final era hacer un abrigo, un vestido, un camisón, una camisa de caballero, un traje de sastrería y otro de niño. Había que hacer todo a mano, cada remate, cada costura...», recuerda. Se mandaban todas las prendas a la casa central en Barcelona y ellos las examinaban. «A las semanas me mandaron el diploma con mi nota, un sobresaliente de honor, y desde ese momento trabajé por mi cuenta», concreta Anita. Mucho resumir para 72 años de carrera profesional que lleva. Volvió a Barbantes, donde la esperaba su familia, y empezó sus encargos. Tenía 17 años y no daba puntada sin hilo. A los 19 regresaron a Eiradela y fue allí donde se hizo su mayor cartera de clientas. «Por mi casa pasó todo el pueblo. Venían a pedirme abrigos, vestidos de novia y también la ropa para sus hijos», afirma. Cosió para las hijas y las nietas de esas vecinas. Estuvo presente en sus bodas, en los bautizos y en las comuniones de sus pequeños, haciendo los trajes más bonitos y exclusivos que las mujeres de aquel entonces, las de los años cincuenta y sesenta, pudiesen soñar. «Siempre me gustó diseñar prendas únicas», dice.

Con 24 años conoció al hombre con el que se acabaría casando, Óscar Cerreda. «Fuimos diez años novios porque él estaba trabajando en Francia y preferimos esperar a que volviese. Mientras yo iba haciendo mis encargos y nuestro ajuar. No teníamos prisa y la verdad es que como pareja nos fue bien», admite. En septiembre celebraron sus bodas de oro. Recién casados, en 1972, se mudaron a un piso que compraron en el centro de Ourense, en la calle Emilia Pardo Bazán, y desde entonces es ahí donde cose y despacha Anita. Ese ha sido el hogar de sus tres hijos y es todavía su taller de bordados y diseños. «Yo no busqué clientes, a mí me buscaron. Aunque tengo que decir que me ayudó mucho el boca a boca. Que alguien llevase una prenda mía y le preguntasen por ella era la mejor publicidad», confiesa.

Su especialidad fueron los vestidos de niños, con sus minuciosos bordados. «Hacía hasta los abriguitos marineros. Llegué a juntar a cuatro y cinco clientas en casa a la vez», presume. Después llegaron los ochenta y empezó a ponerse de moda el carnaval en Ourense. «Se celebraba en pandilla así que me pedían los disfraces por grupos y recuerdo hacerles a cuadrillas de médicos, de abogados... He diseñado para personas de toda la provincia, hasta venían desde A Rúa», comenta Anita.

A sus 84 años, Anita cose todos los días sin excepción
A sus 84 años, Anita cose todos los días sin excepción MIGUEL VILLAR

A sus 84 años, Anita confiesa que no le cuesta coser todo el día y eso que todavía acepta encargos. «Me levanto de la cama pesada o con dolor de cabeza y me pongo a coser y se me pasa todo», dice. «Creo que en esta profesión es importante empezar desde abajo, desde sobrehilar, para cogerle amor de verdad», añade. Algo que ya no sucede. «Cuando me traen prendas compradas en las tiendas que tanto se llevan hoy en día, alucino de lo mal rematadas que están, es una vergüenza para las que sabemos coser», admite. ¿Cuál es la prenda más especial que ha hecho? «Mi vestido de novia. En aquellos tiempos lo hice azul celeste. Podía ir de blanco, no se vayan a pensar, pero quería ir diferente», contesta. Tiene unos detalles bordados y unos botones de cristal incrustados. Todavía hoy está intacto.

«Las he pasado canutas en la vida y coser fue lo que me sacó del pozo»

Su vida no ha sido coser y cantar. Anita Díaz ha tenido que enfrentarse a una de las pérdidas más duras que puede experimentar el ser humano. «Perdí a mi hijo pequeño, de 23 años, en un accidente de tráfico. Fue un 14 de febrero que nunca olvidaré. A los tres años se me murió el mediano, de un infarto en Toledo. Las he pasado canutas en la vida y creo que coser fue lo que me sacó del pozo», afirma.

El mayor de sus hijos le ha regalado dos nietos, que son su mayor tesoro. Ana les cose absolutamente todo lo que le piden. «Me encanta hacerles de todo, desde el disfraz de Halloween al vestido de fin de año. Verles felices me llena de alegría y ojalá alguno aprendiese», termina.

DNI

Quién es. Anita nació en la pequeña aldea de Eiradela, en Nogueira de Ramuín, en 1938.

A qué se dedica. Es costurera, patronista y modista. Lleva más de setenta años diseñando y confeccionando todo tipo de prendas por encargo para la sociedad ourensana, que ha visto crecer. Ha cosido desde vestidos de novia a conjuntos de bebé, abrigos o trajes de lana fría para caballero.

Su rincón. Escoge la mercería La Dalia, en la rúa das Tendas, que recuerda como la de las Dos Hermanas. «La llamaban así porque la atendían dos mujeres con ese parentesco», dice. La elige como su rincón porque allí compraba todo el material con el que luego confeccionaba las prendas que le encargaban. Dice que no había un sitio mejor.