«Mi vida fue completa y complicada»

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

Alfonso Torres regentó la Droguería Celia y fue concejal de la primera corporación democrática

12 mar 2017 . Actualizado a las 14:59 h.

La vida de Alfonso Torres González (Ourense, 1933) está ligada a un barrio, a sus vecinos y a su ciudad. Nacer en la calle Cervantes, en el corazón de la capital en los años treinta del siglo pasado, forjó el carácter de un hombre que aunque tuvo su propia empresa, buena parte de su tiempo lo dedicó a hacer mejor la vida de los que tenía alrededor. O, por lo menos, a intentarlo. Corría y jugaba por las calles A Barreira, Lamas Carvajal, Colón y la plaza Maior, mientras sus padres regentaban los conocidos ultramarinos Comestibles Salat y la droguería Celia. De ellos aprendió la difícil tarea de cuidar y mimar a los clientes. «Estábamos todo el día en la calle. Los chicos nos divertíamos mucho. Eran tiempos difíciles, pero muy felices», dice. Y recuerda con mucho cariño cómo jugaba con los niños del orfanato de las hijas de la Caridad que estaba en la calle A Barreira.

Estudió hasta los 18 años, momento en el que el destino le llevó a cruzar el charco. Su destino: Buenos Aires. Hasta allí habían llegado todos los hermanos de su madre. Y él recuerda que, con una recomendación en la mano, empezó a trabajar como botones en la reconocida empresa internacional Bunge & Born, un grupo económico de Argentina que durante el siglo XX fue considerado como la corporación más poderosa e influyente del país. Sus conocimientos en Comercio -materia que había estudiado en Ourense- le ayudaron a escalar puestos en la empresa llevando a cabo trabajos de administrativo. Pero la morriña pudo más. Relata, con los ojos brillantes, que echaba de menos a su familia. Fueron diez años sin verlos. Demasiado peso. «Ellos querían que yo volviera, quizás porque era el hijo mayor. Y yo deseaba regresar. Avisé a la empresa tres meses antes y aunque ellos no querían que me fuera, lo entendieron», afirma.

Era el año 1960 y Alfonso regresó a casa, con una gran experiencia en el mundo del comercio. Empezó a trabajar con sus padres, en la droguería. Diez años antes se habían desprendido del ultramarinos. Allí pudo desarrollar una de sus pasiones: la química. Preparaban ellos mismos los perfumes. Y muchos ourensanos se acercaban a la droguería para comprarlos o simplemente para salir de allí perfectamente perfumados. Una historia que tiene detrás otra más curiosa. Sus padres habían escondido -eran tiempos de guerra- a un hombre que sabía hacer perfumes y de quien aprendieron los trucos. Alfonso Torres González se quedó con la droguería tras la jubilación de sus padres, junto a su mujer, Rosa, con la que se casó en 1973. Antes ya había dado un cambio casi radical al negocio especializándolo y convirtiéndolo en un referente del mundo de la peluquería en Ourense. Así fue hasta que se jubiló y cerró sus puertas en el 2008.

Su vida empresarial la compaginó con su labor vecinal. «Me liaban», afirma entre risas. Presidió la asociación As Burgas cuando todavía no tenían ni local. Recuerda que se reunían en una cafetería de la zona. «De aquellas había muchas cosas que solucionar. Llevar el agua a todas las casas, arreglar el saneamiento... Había muchas necesidades», afirma. Y recuerda, como el hecho más trágico vivido, la muerte de un niño que se coló por el alcantarillado en un día de intensa lluvia. También, para potenciar la relación entre los vecinos, relata haber recuperado la romería del Carmen, todo un acontecimiento en el barrio. Esa relación con la asociación vecinal la mantuvo hasta hace alrededor de dos años, por motivos de salud.

Con la democracia en pañales, formó parte de la primera corporación municipal de Ourense. Recuerda que otra de sus aficiones era el tiro olímpico, que practicó primero en O Cumial y más tarde en As Eiroás, llegando a estar federado. Ahí se forjó una muy buena relación entre un grupo de personas que fueron las que le animaron a sumarse a la lista de Coalición Democrática (CD). «Era una persona muy activa y como intentaba implicarme en todo lo que pasaba, la gente se acordaba de mí», explica. Estuvo únicamente una legislatura. Un paso por la política que no dejó en Alfonso una huella positiva, aunque recuerda que eran tiempos de inmensa ilusión y alegría. Y que aceptó el reto pensado que podía hacer muchas cosas para mejorar la ciudad. Al final, y un poco presionado por la familia, decidió abandonar la política activa. Pero siguió vinculado a todo lo que pasaba en la ciudad a través de su implicación en la asociación vecinal y su pertenencia, como vocal, a la Cámara de Comercio. «Mi vida fue completa y complicada. Lo bueno es que la viví como quise», afirma.

Antes de jubilarse tenía ya una larga lista de las cosas que hacer, alguna de ellas todavía por cumplir. Ir todos los días al Liceo a leer los periódicos y a charlar con los amigos, seguir practicando tiro y continuar sus estudios en la Universidad.

En primera persona

Biografía. Nació en 1933 en el número 2 de la calle Cervantes.

Familia. Está casado con Rosa Rodríguez y es padre de dos hijas: Rosa Celia y Eva.

Su rincón. Aunque en la actualidad vive en

O Couto, la vida de Alfonso se desarrolló en la zona vieja de la ciudad. Allí nació, creció y tuvo su negocio.