Las luces siempre encendidas de Progreso

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

Los trabajadores de la gasolinera 24 horas de la capital se turnan todos los meses para la jornada nocturna

08 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre está abierta. Las luces de la gasolinera Espres de Pérez Rumbao en la calle Progreso, en pleno centro de la capital ourensana, nunca se apagan. Es el claro ejemplo de que Ourense no duerme. Desde que al servicio de combustible añadieron la venta de todo tipo de productos de alimentación, la actividad es continua, aunque cuando llegan las once de la noche el personal que sirve carburantes desaparezca y sea el propio cliente el que lo tenga que hacer.

En Espres los turnos de noche los hace una única persona y son mensuales, ya que así lo decidieron los trabajadores. Servando Grande Salgueiro lleva en la empresa desde 1990. Casi nada. Y desde el principio ha tenido que hacer noches. «Los turnos los hacemos cada mes y nos vamos cambiando. Lo trabajamos todo entero», dice. Desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana.

Durante la primera hora todavía sirven en la calle a los conductores que van llegando. Aparecen a cuentagotas, pero el trabajo es casi continuo. A partir de las once, Servando permanece todo el tiempo dentro del establecimiento, cobrando y controlando a los conductores que llegan hasta los depósitos. Lo hace a simple vista, a través de la cristalera, pero también visionando las pantallas que muestran las imágenes recogidas por las cámaras que se encuentran en el exterior de la gasolinera.

Además, está pendiente de las personas que entran en el establecimiento para comprar algunos de los productos que ofertan, desde leche y pan hasta revistas. El tipo de noche varía dependiendo del día de la semana aunque actualmente menos que hace algunos años. Son todas, normalmente, jornadas muy tranquilas. «A partir de las once, como es autoservicio, se nota que la gente ya viene menos. Para nosotros es mucho mejor, que así conservamos nuestros puestos de trabajo», afirma. Una realidad que es compartida por los usuarios que bien por comodidad o por concienciación social deciden esperar al día siguiente para llenar los depósitos. «Bajan las ventas y así nosotros seguimos siendo necesarios», puntualiza Servando.

Pero no solo es ese su trabajo. También deben servir el espacio 24 horas. La tienda ha hecho cambiar el tipo de clientes que llega a la gasolinera. «Aunque parezca curioso, hay mucha gente que viene de madrugada porque se ha olvidado, por ejemplo, de comprar leche. Esto pasa todos los días a cualquier hora. Es, sobre todo, gente que también trabaja de noche y es el momento que tienen para hacer las compras que se olvidan. Más o menos ya nos conocemos todos», relata.

Asegura que antes había mucho más movimiento. «De lunes a miércoles es más tranquilo. De jueves en adelante hay más trabajo, pero mucho menos del que había que hace unos años». En esto tiene mucho que ver la desaparición de la venta de bebidas alcohólicas en el establecimiento. Era, hace años, paso obligado de los jóvenes que participaban en el botellón de la Alameda. Ahora ya no es así, aunque sí siguen vendiendo hielo, un complemento para la fiesta nocturna. «Dejamos de vender bebidas y también los vasos. Aunque vienen a por los hielos, ahora es mucha menos gente», dice Servando Grande.

Con cerca de treinta años de trabajo sigue sin acostumbrarse totalmente al turno de noche. «El tiempo lo pasamos como podemos. Las primeras horas y las últimas son buenas, lo peor es entre las tres y las cinco de la madrugada, ahí siempre te da una bajón. Son ocho horas que se hacen un poco largas», dice.

Para pasarlas, y no estar continuamente sentado, da paseos por el establecimiento, lee un poco e intenta entretenerse, aunque no cuenta con ningún dispositivo electrónico ni radio ni televisión para ocupar las horas vacías. Al igual que ocurre con muchas de las personas que tienen estos turnos, el día siguiente se hace difícil. Sobre todo, afirma Servando, si tienes familia: «Hay que llevar a los niños al colegio y notas el cambio del sueño. Ya no puedes dormir por la noche y por el día no descansas nada, lo mínimo. Yo no sé si es con el paso de los años, pero cada vez lo llevo peor», subraya.

No recuerda ninguna anécdota especial, aunque relata con disgusto la única vez que entraron a robar en la gasolinera: «Imagínate. Es una humillación. Ya no es solo que te quiten el dinero». Hace siete años que ocurrió y desde entonces es más precavido.

«Hay mucha gente que viene de madrugada porque se ha olvidado de comprar leche»

«No sé si es con el paso de los años pero el turno de noche lo llevo cada vez peor»