El supuesto homicida del farmacéutico contactó 13 veces con él antes de quedar

Maite Rodríguez Vázquez
maite rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

El teléfono de la víctima, que también llamó esa tarde a su marido, no se localizó

25 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Alexandru Marius Luca, el joven rumano de 22 años acusado del crimen del farmacéutico Tomás Milia en la noche del 4 de octubre del 2013, no dio ninguna explicación ayer a mayores sobre lo que ocurrió en el domicilio del septuagenario ourensano. El acusado negó ser el autor de los hechos de los que se le acusan -homicidio, robo de unos relojes, atentado contra un policía e incendio del piso de la víctima- para a continuación acogerse a su derecho a no declarar.

Luca ha seguido la misma táctica durante todo el procedimiento judicial. Solo confesó ante la policía tras ser detenido, horas después del crimen, tras varios encuentros con patrullas en las inmediaciones del edificio de la calle Curros Enríquez en el que ocurrieron los hechos. Supuestamente, Milia le había contratado para un servicio sexual, tras el cual el cliente se negó a pagar el precio acordado (160 euros) y el joven chapero perdió el control y asestó al menos dos puñaladas -una en el cuello y otra en el abdomen- a la víctima.

Ayer, en la primera de las cuatro sesiones que componen esta vista oral en la Audiencia Provincial de Ourense, declararon los policías que actuaron en la detención y en las primeras horas tras el homicidio. El instructor policial del atestado del caso se refirió a la declaración que hizo el joven tras su detención, según la cual Luca explicó en la comisaría que discutió con la víctima tras la cita y lo acuchilló en el cuello y en el abdomen, tras lo cual cogió unos relojes (valorados en diez mil euros) y abandonó la vivienda. Un vecino lo vio salir del ascensor sobre las 10.20 horas del 4 de octubre. El oficial aclaró que desconocían «cuantas veces» pudo entrar Luca en la casa porque se llevó las llaves. Al menos, supuestamente volvió una vez para lavar el cadáver e incendiar el colchón donde había estado con la víctima con la intención de borrar huellas.

El teléfono móvil de Tomás Milia no se localizó. Había una llamada a las 20.30 horas de la víctima hacia el joven prostituto y también hacia su marido. Al parecer, el día del crimen hubo hasta trece comunicaciones entre el acusado y la víctima. El instructor cree que el autor se llevó el teléfono. El del acusado, con el que se anunciaba en una web en la que ofrecía sus servicios sexuales, estaba a nombre de la madre. El jefe policial apuntó que el acusado «seguramente» se desprendió primero del cuchillo con el que mató a Milia y luego tiró otros cinco que había en un cuchillero de la cocina «porque los había tocado». En la vivienda, había armarios abiertos y algo revueltos, pero no demasiadas cosas tiradas, recordó el policía. Incluso hallaron un sobre con dinero en la cocina. La vivienda estaba afectada por el humo y el dormitorio de Milia, calcinado.

Luego testificaron los policías que vieron al acusado Luca cerca del lugar del crimen o que participaron en su detención. Un agente, fuera de servicio, se lo encontró casualmente, sobre las nueve de la noche, en un semáforo de Juan XXIII y vio cómo accedía a la calle Xocas. A medianoche, unos patrulleros detectaron en él una actitud sospechosamente huidiza, algo no habitual en el joven, al que conocían de cometer hurtos. «Nos chocó porque nunca había intentado ocultarse», dijo uno de los agentes que lo vio parado ante uno de los semáforos de la avenida de la Habana. Lo identificaron y aunque les dijo que había dejado el coche aparcado en casa, le vieron subirse a él en la calle Xocas. Estaban inspeccionando el maletero, donde estaba la caja con los relojes, cuando Luca bloqueó las puertas del coche y arrancó marcha atrás. Ese sería el momento en el que, supuestamente, según las acusaciones, cometió el delito de atentado contra el agente de la autoridad. «A mí me arrolla y otro compañero se tuvo que apartar», dijo el policía afectado, relatando que, a consecuencia del golpe, cayó al suelo y sufrió un esguince, aunque siguió trabajando. No vio que el sospechoso llevase la ropa manchada de sangre.

Más tarde, el joven llevaba otra ropa y se topó de nuevo con policías en los alrededores de la casa de Milia. Otro agente relató que le vio «nervioso, daba la impresión de que había hecho algo». Iba con una bolsa con cuchillos y otra con ropa ensangrentada.

«Estaba alterado y quería escapar. No olía a alcohol», según los policías que lo interceptaron

Otro de los policías fue el que encontró, en un contenedor próximo a la casa de Milia, una bolsa con el logo de una farmacia en el que había un cuchillo de acero y una caja con guantes de látex. El policía dijo que el anagrama era de la farmacia de la víctima en Maceda, aunque el escrito de acusación del fiscal lo describe como el de un establecimiento de la capital. Supuestamente pudo ser el cuchillo con el que se cometió el crimen, algo que tendrán que confirmar las pruebas periciales. Precisamente a esas pruebas se remitió ayer la abogada del acusado, María Dolores González Moya, letrada del turno de oficio: «Con independencia de que haxa probas ou coincidencias que permitan inducir que el coñecera parte das actuacións, non significa que sexa o autor dos delitos». El anterior abogado que defendió al joven pidió que declarasen agentes de Policía Científica que analizaron los cuchillos que tiró el joven porque ninguno entró en el cuerpo de Milia.

La letrada espera que las pruebas periciales determinen la inocencia, a su juicio, del acusado y las posibles atenuantes por estar bajo los efectos de tóxicos o trastorno mental. La letrada cree que pudo haber defectos en la instrucción y en la investigación policial. Ninguno de los agentes que declararon ayer apreciaron que el sospechoso pudiese estar bajo los efectos del alcohol o drogas. Tampoco los dos policías locales que participaron en su detención, interceptándolo a las 5.50 horas. «Estaba muy alterado y quería escapar. No olía a alcohol», dijeron.

Otros testimonios fueron de agentes que acudieron a la prisión provincial a recoger enseres de Luca para hacer pruebas de ADN. La confirmación de que eran del acusado las dio el recluso compañero de habitación.