Maite Estévez: «Si volviera a nacer, volvería a dedicarme a mis alumnos»

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

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Maite Estévez García
Maite Estévez García Santi M. Amil

Acaba de jubilarse tras 40 años impartiendo clase en Salesianos de Ourense

29 dic 2023 . Actualizado a las 18:53 h.

Maite Estévez Vázquez (Ourense, 1958) es de esas mujeres que dejan huella. Su amplia sonrisa delata su modo de entender la vida y, sobre todo, de hacer que la comprendan los que fueron durante 40 años sus alumnos. Fue profesora del colegio Salesianos de la capital ourensana y acaba de jubilarse. La despedida que le brindó el centro educativo fue el merecido reconocimiento a una vida dedicada a la educación.

Maite es la pequeña de tres hermanas. Recuerda haber sido una niña alegra y mimada. Tras estudiar en La Purísima, Santo Ángel y Josefinas se trasladó a Santiago para cursar Filología Hispánica. «En un momento dudé en hacer esta carrera o Derecho. Lo que siempre tuve claro es que me gustaba la docencia. Ya de pequeña jugaba a ser maestra», afirma.

De sus años como estudiante en Compostela tiene los mejores recuerdos: «Fueron maravillosos, los mejores de mi vida. Todo el mundo debe vivir la vida universitaria. Era la primera vez que salía de casa, en donde no tenías tanta libertad como ahora, aunque yo fui una privilegiada. Fue un lujo, cinco años intensos, con mucha fiesta, mucha actividad». Recuerda, además, que en aquellos años en Santiago se concentraba casi toda la vida universitaria de Galicia. «Éramos un montón de gente de 18 y 19 años que llegamos allí con unas ganas de vida fuera de lo normal».

En junio de 1983 acabó la carrera y en septiembre de ese mismo año empezó a trabajar en Salesianos. Era una sustitución por tres meses a un sacerdote. Él no regresó y ella se quedó en su puesto de toda la vida.

Además de saber que quería ser maestra, Maite siempre tuvo claro que lo que le gustaba era enseñar a estudiantes mayores. «No me veía con niños de tres o cuatro años. Me parece una labor intensísima. Pero siempre quise enseñar a adolescentes, me imprimen mucha alegría. Me encanta el mundo de la adolescencia. Si volviera a nacer, volvería a dedicarme a mis alumnos», subraya.

Maite impartió clases durante estos años en Bachillerato y en segundo y tercer curso de la ESO. En este tiempo, por sus aulas pasaron todo tipo de perfiles. Le resulta difícil elegir al alumno especial, pero para ella siempre fueron los más inquietos, aquellos que no paraban. Quizás por eso la atraiga la adolescencia. «Es un esfuerzo, pero también es un reto. A mí esos niños me contagian, tienen vida y siento una cierta empatía hacia ellos. Hay otros más tranquilos, que son maravillosos, pero la relación es diferente», relata.

En este tiempo tuvo que enfrentarse a diferentes cambios. Recuerda los primeros cursos con 52 alumnos por aula. «Cuando empecé tenía 23 años y me vi rodeada de chicos de casi mi edad. Eso me impactó tremendamente. Recuerdo que el primer año, cuando entraba en el aula, daba dos zancadas muy largas en la tarima, me sentaba y no me volvía a levantar en toda la clase. Además, los temarios eran inmensos. Les metíamos una cantidad de conceptos alucinantes, que hoy no tienen razón de ser», afirma. Para ella el aprendizaje ha sido continuo.

Cuando llegó al colegio solo había otra mujer profesora y únicamente COU era mixto. «Llamabas la atención porque eras una mujer en un mundo de hombres y estabas muy observada. Con el tiempo esto cambió. Empezó a haber niñas en el resto de las aulas y hoy somos mayoría», afirma con alegría.

Ahora que deja atrás la etapa laboral, resume así la lección educativa que daría a una chica de 23 años que empezase a trabajar: «Creo que aplicaría la filosofía de los Salesianos. Desde el primer momento te dicen que somos familia y que lo más importante son los chicos. Tenemos que llegar a ellos, ser cercanos para intentar atraerlos. Si no hay un acercamiento entre alumno y profesor se levantará una barrera y será más difícil».

Ella consiguió esa unión y como recompensa recibió el cariño de toda la comunidad educativa cuando se marchó. «Me sobrepasó, quedé súper agradecida, me sentí súper querida. Tengo los mejores alumnos del mundo», subraya.