El mirador que podría ser de ensueño, pero que solo hace llorar

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

Desde Ponte Sampaio, debería ser un balcón excepcional a la ría de Vigo. Pero la maleza y los árboles quemados le roban toda la belleza

24 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Emilio, de 85 años y vecino de O Rañadoiro, una aldea clavada en el monte de la parroquia pontevedresa de Ponte Sampaio, no acaba de creérselo. «¿Xa vai facer un ano que se queimou todo isto, que non nos ardeu a casa de milagre? Non o creo. Para min que foi onte case, aínda estou vendo o lume ao lado», dice. Su mujer, le replica: «Faráo en agosto, foi en agosto cando ardeu todo isto». Ella está en lo cierto. A mediados de agosto del año pasado, O Rañadoiro fue una de esas aldeas que quedó cercada por las llamas. Se temió por las casas e incluso se temió por lo que pudiese pasarle a los vecinos. Se llegó a habilitar el colegio de Ponte Sampaio por si era necesario refugiar a los residentes. Al final, no se usó. Pero ardió y ardió y las llamas llegaron hasta el campo de fiesta donde todos los años, en septiembre, se celebran festejos del Rosario. Es un campo singular, que al estar en lo alto del monte también hace la función de mirador de excepción hacia la ría de Vigo.

Lo que más llama la atención en lo alto de O Rañadoiro, sin ninguna duda, es la madera quemada que continúa a pie de monte. Hay árboles por doquier totalmente ennegrecidos y tirados en el suelo: madera y más madera que fue pasto de las llamas. Lo peor es que, si en un intento de no dejarse cegar por esa imagen de árboles quemados uno mira hacia el frente, buscando el telón de fondo del mar y del puente de Rande, que se ve perfectamente desde la zona, se topará más negro. Hay monte quemado casi por todas partes.

Pero no solo la madera quemada molesta. También lo hace el descuido que reina en el entorno de este campo de la fiesta y mirador. Relacionado o no con el incendio, hay varios postes, tanto de madera como de cemento, tirados. También hay una valla completamente destrozada, barbacoas patas arriba y alguna mesa de piedra también destartalada. Muy cerca del mirador público hay otro muy curioso, de carácter privado, que también está completamente lleno de maleza y tocado por los incendios.

¿Qué pasará en verano?

El presente, por tanto, es negro como la ceniza en lo alto de O Rañadoiro. Sin embargo, no es lo que más preocupa a los vecinos. Lo que realmente les hace temblar es el futuro, lo que pueda pasar en verano. El octogenario Emilio vive a tiro de piedra del campo de la fiesta, cerca también de los eucaliptos que dominan el paisaje, y señala: «

Esperemos que non volva o lume, pero se volve... moi limpo non está este sitio. Antes os veciños aínda limpábamos bastante pero agora imos vellos e non podemos. Eu mesmo o outro día intentei limpar un pouco e púxenme mal dun brazo. E así está todo, moi mal coidado. Por iso que se ven o lume... mellor non pensalo».

 

Ya bajando hacia la propia aldea de O Rañadoiro, muy próxima al viejo puente de piedra de Ponte Sampaio, hay algún que otro rincón más para entristecerse. Por ejemplo, un viejo lavadero que está lleno de maleza. Ni siquiera se puede acceder.