«Nada de jubilados, nosotros somos jubilosos, volver aos cursos prolónganos a vida»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

Cuatro pontevedreses cuentan como regresaron a la actividad después del covid. El Espazo +60 de Afundación baté récord de inscripciones en sus programas físicos, formativos y emocionales

08 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Vir aquí prolonga a vida ou como me dixeron unha vez, retrasa a caída da folla», dice con humor José Sánchez, de 74 años. Acaba de salir de su clase de inglés en el Espazo +60 de Afundación. Junto a él llega Valentín Outón, de 79 años, jubilado, pero sobre todo «jubiloso» desde que a los 65 aparcó su profesión de maestro. La mesa la completan Amparo Cardín, de 77, y Conchi Aboal Ramírez, de 79, y con 19 años lejos de la docencia. Todos están en algunas de las actividades que tiene en marcha la entidad en su sede del Café Moderno en Pontevedra. Son cuatro de los 1.250 socios que tiene el Espazo+ 60 en la ciudad.

El primer año sin restricciones disparó las inscripciones entre los mayores de 55 años. «Tenemos inscritos desde esta edad haya los 90 años», apunta Berna Lindín, coordinadora de este espacio en Afundación, que está sorprendida de la fuerte demanda: «Solo en septiembre hubo cien altas nuevas». Estos cuatro activistas son ya veteranos en las clases. Salvo el parón por el covid, llevan unidos a esos programas desde que se jubilaron. «No podemos estar parados, hay que tener la mente activa, me autopreparé para dejar de trabajar», explica este maestro retirado. Y en su caso fue aún más duro. Al poco tiempo de jubilarse, falleció su mujer y se vio solo en casa. «Al principio fue duro, estuve con pastillas un tiempo, pero todo se supera», dice mirando hacia Conchi, que irradia vitalidad, pero de vez en cuando se le escapa una lágrima. Su hija falleció hace poco más de un año y la herida aún duele. Su marido Manolo y sus nietas son su razón para seguir disfrutando de la vida. «A mí me encantaba mi trabajo y nadie pensó que podía retirarme, pero lo hice», explica. Y no para. Acude a gimnasia de mantenimiento en el Espazo+60 y colabora en Falamos de Escola, un programa que los lleva a los institutos para contar a los alumnos sus experiencias. «Eso me encanta, hablo con ellos, nos preguntan, es muy emocionante», comenta esta pontevedresa que también probó teatro e inglés.

Afundación tiene 77 grupos en 21 cursos que fomentan el aprendizaje, bienestar y desarrollo personal, además del proyectos de voluntariado e intergeneracionales. Los hay que fomentan la cultural digital y el aprendizaje de idiomas, ajedrez, música, historia del arte o literatura». Hasta organizamos viajes, ahora hay un grupo en Austria y también fueron a Egipto», explica Lindín.

Amparo Cardín todavía tiene acento asturiano, aunque se vino muy jovencita para Galicia. Trabajó con su marido en la consulta médica que tenía y sacó adelante a sus cinco hijos. Enamorada de Vigo, se mudó hace unos años a Pontevedra por problemas de salud. Está cerca de una de sus hijas, pero lejos de una ciudad que echa de menos. «En Vigo iba a clases de arte y pintura, hasta estudié Derecho por la Uned por ampliar conocimientos», explica Cardín. Su inquietud cultural es evidente al oírla, pero aquí ha optado por cursos de yoga, cuando su salud se lo permitía, o tecnológicos. Sus compañeros la animan a integrarse más en la ciudad. Desde hace un par de años hace el esfuerzo y en el Espazo+60 encontró una vía de escape. «Mis hijas hasta me cambiaron el centro de salud para Pontevedra. Hasta hace poco estaba como con la maleta hecha, como si esta no fuera mi casa», explica con algo de nostalgia, que cura con sus nietas y el programa de Afundación.

José Sánchez escucha mucho más de lo que habla. Hace 12 años que dejó su puesto de trabajo en el Ministerio de Defensa y desde ese día se aplicó un lema «mens sana in corpore sano». Así que encadenó yoga, gimnasia, informática y ahora está de lleno en el inglés después de desistir de aprender alemán en a Escola Oficial de Idiomas. «Mi hija vive en Alemania y nos veíamos un poco en la necesidad de aprender, pero con el inglés vas a todos lados», asegura.

Estos cuatro abuelos orgullosos tiene una jubilación activa. «Las clases físicas son las que más demanda tienen, pero ahora estamos empezando a trabajar las emociones, que es una generación que nos las trabajó mucho», explica Lindín. Tras casi dos horas hablando, los teléfonos empiezan a sonar. Su actividad no para. Valentín se despide, a finales de octubre se irá mes y medio de viaje. Y ahora se va a su casa en Harley. «Recuperé las motos, ahora nadie me lo prohíbe», dice mientras sale del Café Moderno.