Rueda, Lores, Mosquera y Reguera, el 23 de octubre, en el edificio de la Xunta en Campolongo
Rueda, Lores, Mosquera y Reguera, el 23 de octubre, en el edificio de la Xunta en Campolongo CAPOTILLO

La actual situación política determina los escasos acuerdos entre Lores y Rueda y condiciona la estabilidad del gobierno municipal y su relación con el PSOE

29 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El contexto político actual en España, con las incertidumbres que aún envuelven la tentativa de Pedro Sánchez de acometer una investidura y a qué precios, actúa como un efecto diapasón sobre otros niveles. De lo que ocurra con la tentativa del líder socialista y las consecuencias a corto y medio plazo que devengan, podremos deducir efectos tanto en el ámbito gallego como también en clave pontevedresa. Máxime teniendo en cuenta que en Galicia nos tocan elecciones autonómicas en el 2024.

PSOE y BNG libran una batalla entre ambos por ser segunda y tercera fuerza política de Galicia. Y, al tiempo, ambos contra Rueda, buscando desbancar al PP después de cuatro mandatos consecutivos. Besteiro y Pontón evitarán partirse la cara por si acaso la aritmética les permitiera sumar para repetir la maniobra del 2005, cuando Touriño y Quintana se unieron para apartar a Manuel Fraga. El reciente acuerdo a nivel gallego suscrito por las direcciones de ambos partidos que posibilitó la investidura de alcaldes de una y otra formación mediante apoyo mutuo —como en Pontevedra— y los gobiernos municipales de coalición que socialistas y nacionalistas todavía mantienen, aunque en menos ayuntamientos que hace cuatro u ocho años, son el precedente más evidente de la inevitable necesidad de entenderse que tendrían si logran sumar al menos 38 diputados entre ambos.

Sobrevivir

Hasta entonces, concejales socialistas y nacionalistas tienen una convivencia muy complicada entre acuerdos, desacuerdos y desplantes. Pontevedra es una excelente probeta para observarlo. El gobierno en minoría de Lores está mostrando el pelaje más áspero de cuántos han lucido gabinetes del BNG desde 1999 contra el PSOE. Qué se lo pregunten a Iván Puentes, Yoya Blanco y demás ediles que ven a diario cómo Lores y los suyos les ningunean. Se apropian de proyectos que lanzó el PSOE en el anterior mandato o bien los torpedean como ha ocurrido con Pontevedra Flúe o el traslado del mercadillo ambulante. O les quitan los despachos que ocupaban en Michelena, 30. Lo más chocante es que a pesar de esos feos, los socialistas ya han prestado sus votos en dos ocasiones —la última el pasado lunes— para aprobar modificaciones de crédito que dan oxígeno económico al gabinete nacionalista. Iván Puentes lo razona desde la óptica de «hacer una oposición responsable». Pero resulta inevitable que también se pueda interpretar como una incoherencia argumental.

En breve tendremos la prueba del algodón. Fernández Lores acaba de anunciar que va a por el premio gordo: pretende que el PSOE les dé sus cinco votos para aprobar el presupuesto municipal del 2024 y, así, escabullirse de someterse a una moción de confianza que resultaría inevitable si PP y PSOE votan «no» al proyecto orzamentario.

Lores juega con un as en la manga: sabe que la dirección del PSOE gallego no permitirá, al menos hasta pasadas las elecciones autonómicas, que Iván Puentes (quien ocupa plaza en esa cúpula) ponga al alcalde pontevedrés en derribo. Y menos a través de una operación codo con codo con el PP. Y Rafa Domínguez, que lo sabe, disfruta de la situación viendo cómo ambos se desgastan y debilitan mientras corre el calendario.

Liturgia

Cuando una entrevista institucional, como la celebrada en esta semana por el presidente de la Xunta y el alcalde de Pontevedra, concluye con una valoración mutua de «positiva», hay que felicitarse por el esfuerzo de interlocución, pero también dudar de los auténticos resultados. Es la impresión que nos han dejado Alfonso Rueda y Miguel Fernández Lores. Ambos saldaron el encuentro con «sensaciones positivas».

Ya he escrito en alguna ocasión anterior que Lores mantiene con Rueda una relación correcta, pero sin entusiasmo. Lo justito para dialogar, pero sin guiños ni complicidades como en cambio mostraba el alcalde de Pontevedra con Núñez Feijoo. Pero como esto es política, tocaba envainarse filias o fobias y cumplir con el rol. Así lo hicieron uno y otro para cumplir con una liturgia establecida desde hace años por quien ocupa la presidencia de la Xunta y quienes desempeñan las alcaldías de las principales ciudades de Galicia.

El actual presidente de la Xunta no le va a «regalar» a Lores más inversiones de la Administración autonómica de las que ya están en marcha. Por tanto, se completará el Gran Montecelo con los equipamientos necesarios —entre ellos, el párking que será de pago, pese a la oposición del Concello—. Y también la Xunta continuará la reforma de la PO-546, es decir, la carretera vieja a Marín que ya está en ejecución, comenzando por Estribela y con varios tramos más que se acometerán en próximos meses. La única «sorpresa» surgió con la oferta de trueque realizada por Rueda a Lores a propósito del desmantelamiento de las naves de A Xunqueira da Gándara a cambio de ceder tres viales periurbanos al Concello.

El resto de los asuntos se abordaron con mínimos compromisos, más allá del «se estudiará». Como una nueva ampliación del polígono de O Campiño, el desbloqueo de la variante de Alba o los futuros usos del Hospital Provincial. Peor suerte para las patatas calientes como Santa Clara, ahora en pleno reenfoque por parte del nuevo equipo de gobierno de la Diputación, o el dragado de la ría, eternamente demandado y demorado por trámites e informes interminables.