De trabajar en la ampliación del aeropuerto de Londres como arquitecto a estudiar con 58 años un FP de cocina en Pontevedra para cumplir un sueño

Nieves D. Amil
Nieves D. Amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Arturo López Bachiller, en la cocina de un local de Pontevedra
Arturo López Bachiller, en la cocina de un local de Pontevedra CAPOTILLO

Arturo López Bachiller compagina sus estudios en el Carlos Oroza con su profesión para impulsar unas cabañas gastronómicas en las Rías Baixas

12 mar 2024 . Actualizado a las 15:24 h.

El día de Arturo López Bachiller parece que tiene mucho más que 24 horas. «Duermo poco», dice entre risas mientras explica un proyecto que le ilusiona, como todos esos a los que se fue uniendo a lo largo de sus 58 años. La única diferencia es que esta vez no tiene que ver con su profesión de arquitecto, sino con algo totalmente distinto. Hace año y medio se puso el mandil de cocinero y volvió a estudiar. Se matriculó en el centro de formación profesional del Carlos Oroza de Pontevedra para estudiar Dirección de Cocina y a punto de acabar el ciclo cree que es de lo mejor que le ha pasado en la vida. Y eso es mucho decir para un arquitecto que lleva tres décadas en grandes proyectos por todo el mundo. «Trabajé como arquitecto en la ampliación del aeropuerto de Heathrow y llegué a dirigir equipos de más de 50 personas en mi carrera», dice frente a un té de sobremesa. Porque aunque estudia cocina, no ha dejado su trabajo como arquitecto. Sobre la mesa, deja su agenda, unas cuantas carpetas y esas reglas que siempre están en los estudios de diseño.

A la edad en la que muchos empiezan a hacer cábalas con su jubilación, Arturo reconoce abiertamente que retirarse no está en sus planes. Le sobran proyectos. «Creo que para envejecer de forma sana no se puede perder la ilusión y hacer siempre lo que a uno le gusta», explica. A corto plazo acabará el ciclo de FP y a medio plazo pondrá en marcha en la playa de Loira unas cabañas donde la gastronomía será el eje conductor de la estancia.

Su pasión por la cocina se remonta a cuando todavía era un crío y ayudaba a su madre en una finca de Albacete, donde recuerda una infancia «maravillosa». Siempre mantuvo ese gusto por la cocina, pero estudió Arquitectura en Madrid, que es sin duda su otra gran debilidad. Trabajó en el estudio Lamela y en Luis Vidal+arquitectos de Madrid, entre otros, con proyectos de los que está muy orgulloso como la ampliación del aeropuerto de Londres y Santiago de Chile, o proyectos en Varsovia (Polonia). «Si veo que es una oportunidad la cojo, a mí me mueve el punto de vista emocional de los trabajos, no solo el económico. Hago realidad muchos de los sueños que tengo y me encanta», comenta.

Haber compaginado los estudios de cocina con la arquitectura tiene una explicación que viene de lejos en el tiempo y en el espacio. Arturo se enamoró de Galicia hace unos años y se compró un terreno en la playa de Loira (Marín), donde construyó su casa. Apenas habían pasado un par de años de su inauguración cuando le surgió la oportunidad de mudarse a Santiago de Chile para trabajar con el estudio de Luis Vidal+arquitectos. «Dirigía un equipo de 50 arquitectos e hicimos la ampliación del aeropuerto de la capital y dos hospitales, yo controlaba la oficina allí y el equipo», recuerda con entusiasmo Arturo. Todo iba sobre ruedas hasta que llegó la pandemia y su vida, como la de casi todos, dio un giro. «Pasé el covid solo en Chile y tomé la decisión de regresar a España, lo hice de forma muy ordenada y dejando una muy buena relación con la empresa. Tardé como año y medio en pasar el testigo», explica. Reconoce que le dio pena, pero en su cabeza rondaba un proyecto que le entusiasmaba y tenía más que ver con la cuchara que con el lápiz. Regresó a su casa de Loira y empezó a gestar un proyecto en el todavía anda junto a su casa. «Pensé en un alojamiento en el que incluir un espacio relacionado con la gastronomía en el entorno de Loira», comenta Arturo, que tiene claro que su proyecto de alojamiento será «100 % sostenible». Vistas al mar y gastronomía son un tándem al que fía su futuro.

Quiere gestionarlo de forma personal, meterse en la cocina y llevar a los visitantes a conocer de cerca lo que ofrece Galicia. «Será un espacio en el que haga talleres gastronómicos, catas y pequeños eventos», explica. Así que para cerrar el círculo de este proyecto vital, Arturo vio necesario hacer la formación profesional de cocinero. «Al principio estaba muy asustado porque me encontraba desubicado, era un mundo que desconocía, volvía a clase y tenía compañeros mucho más jóvenes, pero con el tiempo me he ido ganando la confianza de todos», reconoce este arquitecto con mandil de cocinero.

Ahora es uno más en clase y un ejemplo para el resto de alumnos. «La formación me ha dado seguridad y me ha sacado los miedos, además de haberme enseñado mucho, sobre todo de pastelería que era la parte que menos conocía», añade. Ahora empezará el período de prácticas y espera poder hacerlo en un estrella Michelin de la comarca. Lo que nunca dejará de hacer es cocinar para los suyos. «Somos una familia numerosa con muchos hermanos y en mi casa siempre cocino yo», señala con humor.