Adrián, con más historia que su bronca con Elena Tablada: del crío valiente al que le costó confesar que bailaba a triunfar por Europa

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

El maestro pontevedrés de «Bailando con las estrellas» fue 14 veces campeón de España tras mucho sacrificio para perseguir su sueño: «¡Cantas veces non o levaba eu aos aeroportos de madrugada!», dice su padre

20 mar 2024 . Actualizado a las 19:57 h.

Este 19 de marzo, Día del Padre, hubo un señor de Pontevedra, Juan José Esperón, que tras ser felicitado por sus hijos, les envió un mensaje que dice: «Nunca le permitas a aquel que no estuvo en tus zapatos que quiera darte clases de cómo atarte los cordones». Es un mensaje para sus dos herederos, Marcos y Adrián, pero que en esta ocasión va especialmente dirigido a Adrián. ¿Por qué? Porque su hijo es Adrián Esperón, el maestro de Bailando con las estrellas del que tanto se está hablando porque en el programa televisivo tuvo una bronca con su famosa alumna, la empresaria Elena Tablada. Reconoce Juan José que lo que le quería transmitir a Adrián con esa frase es que el concurso pasará y él volverá a su vida y que tiene una enorme trayectoria detrás como para encolerizarse con lo que está pasando ahora mismo, ya que en la última gala del programa el artista pontevedrés le ofreció a Telecinco echarse a un lado porque no siente que conecte con Tablada. Efectivamente, Esperón hijo tiene mucha más historia que la que se ve en la tele.

La hemeroteca de La Voz de Galicia en Pontevedra da buena cuenta de lo larga que es la trayectoria del bailarín Adrián Esperón, y eso que solamente tiene 35 años. Se publicaron páginas y más páginas contando los hitos que iba alcanzando desde bien joven. Y no es de extrañar que fuese así, porque Esperón fue proclamado campeón de España de baile deportivo 14 veces y en varias ocasiones también fue semifinalista de los campeonatos de Europa y del mundo. Pero no corramos tanto. Nada mejor que preguntarle a su padre cómo empezó todo para entender lo adentro que lleva el baile este hombre. Tenía ocho años cuando sus progenitores, que trabajaban ambos en una tienda de ropa del centro de Pontevedra, se apuntaron a clases de baile. Al rapaz le tocaba entonces entretenerse como pudiese mientras los padres bailaban en el Casino Mercantil. Entonces, todo se precipitó: «A mestra empezou a ver que a Adrián lle encantaba bailar, que seguía os pasos, e díxolle que buscara unha parella e que así el tamén podía bailar». 

Adrián fue rápido. Llegó a casa y corrió al piso de su vecina Sara, una niña de su edad, a pedirle si bailaba con él. Fue su primera pareja de baile. «Si no fuese por ella, igual nunca bailaría», dijo Adrián en muchas ocasiones. Los tiempos, mediados de los años noventa, no estaban todavía para muchas florituras en cuanto a actividades infantiles. Juan José recuerda lo que le costó a su hijo decirle a sus compañeros chicos que iba a bailar: «El facía balonmán e bailaba e dixémoslle que elixira unha actividade. Colleu o baile, que era o que lle encantaba, pero non foi quen de dicirlle aos compañeiros o motivo de irse do balonmán. Esperou cerca dun ano e, cando xa dominaba un pouco o baile, díxolles que foran ao pavillón onde ían facer unha exhibición e alí souberon que bailaba», cuenta su progenitor. 

Luego todo fue cosa de esfuerzo. Adrián bailó absolutamente en todos lados, desde los pabellones gallegos a escenarios de toda Europa, y compitió durante trece años con su eterna pareja, Patricia Martínez. Juntos lograron hitos que seguramente les parecerían imposibles, como llegar a estar en los primeros puestos del ránking mundial de baile deportivo. Y juntos vivieron acontecimientos como el participar en los World Games, popularmente conocidos como las Olimpiadas paralelas para aquellas modalidades que no son olímpicas. 

A las familias les tocó entonces turnarse para llevarlos y traerlos: «¡Cantas veces non o levaba eu aos aeroportos de madrugada! Turnabámonos o pai de Patricia e máis eu, chegaron a coller noventa voos nun ano, señala Juan José Esperón. Bailar daba títulos, pero no mucho dinero, y Adrián dio clases e hizo mil malabarismos para seguir adelante con su sueño. No hubo plaza de Pontevedra en la que no se le viese, con el micrófono atado a la cara, animando al personal a bailar en plena calle. Dio clases a niños, a mayores... y también buscó formación con los mejores del mundo. De hecho, los últimos años de su carrera deportiva tuvo siempre un pie puesto en Italia para recibir allí clases.

En el año 2018, Adrián puso fin a su carrera deportiva. Lo hizo con un comunicado de esos que ponen la piel de gallina, recordando y dando las gracias a todos los maestros que había tenido y, sobre todo, a sus parejas de baile. A Patricia, con la que más tiempo compartió en los escenarios, le decía: «Solo tú y yo sabemos lo que hemos realizado para llegar hasta aquí. Hoy te doy las gracias, por todo». Han pasado seis años desde entonces y, hasta hace unos meses, Adrián Esperón seguía como siempre; siendo un obrero del baile. Él y su pareja sentimental, Noe Abal, abrieron una escuela de baile en Pontevedra, PonteBaile, y cada día se meten entre pecho y espalda una jornada maratoniana de clases, desde sevillanas a ritmos latinos pasando por bailes de salón o sesiones para personas mayores de 60 años. 

En esas estaban cuando a Adrián le llamaron para ofrecerle participar en Bailando con las estrellas y, casi de la noche a la mañana, se fue a Madrid y se metió en miles de casas a través de la pantalla. Confiesa él que pensó que las cosas serían distintas y que no iba a protagonizar ninguna trifulca. De hecho, al principio tenía buena sintonía con su pareja de baile, Elena Tablada. Pero todo se torció y en la última gala Adrián acabó ofreciéndose para dar un paso al lado y que a ella le enseñe otro u otra a bailar. Habrá que ver qué ocurre. De momento, lo que está claro es que Adrián tiene historia bastante más allá de la bronca que le hizo famoso.