El ilustrador de Cotobade por el que se pirran los niños americanos

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CERDEDO-COTOBADE

Víctor Rivas, con su perro, Gengis Kan, y sus ilustraciones en su estudio y casa de la aldea de Trabazo, en Cotobade.
Víctor Rivas, con su perro, Gengis Kan, y sus ilustraciones en su estudio y casa de la aldea de Trabazo, en Cotobade. Ramón Leiro

Dibuja para libros de texto de Estados Unidos y exitosas sagas literarias infantiles y también para autores gallegos. Y lo hace desde una casa de aldea en la que manda su perro Gengis Kan

21 jun 2023 . Actualizado a las 10:33 h.

Visitar a Víctor Rivas (Pontevedra, 1965) en su casa de Cotobade, una vivienda de piedra hecha por su bisabuelo con ventanas diminutas y cocina a la vieja usanza, requiere conocer y saludar primero a Gengis Kan, un perro negro, grande, peludo y, sobre todo, testarudo. Cuenta Víctor que nada lleva peor su mascota que el hecho de que le den órdenes, sobre todo si no llega a entenderlas del todo. Y escuchándolo da la sensación de que algo de verdad hay en eso de que los perros se parecen a sus humanos de referencia. Porque Víctor pinta rebelde. Nunca mejor usado el verbo. Porque lo de Víctor es pintar. Es ilustrador, autor de cómics y comunicador audiovisual. Y es también, dicho por él mismo, un ser un tanto paranoico, con un diagnóstico de TDA de ultima hora con el que ha entendido muchas partes de su existencia. Víctor exhibe, con sus movimientos y su escritorio lleno de láminas, ese punto de caos vital que se le presume a todo buen artista.

Nació en Pontevedra, en la zona de Santa María. Su familia era bien conocida en la ciudad. Dice que su abuela regentaba el estanco de la estación de trenes, así que él andaba con el tacatá a toda mecha por allí. Sus padres, maestros de profesión, le llevaron a vivir a Vigo, a Canido. Allí, además de estar siempre con el lápiz de dibujante en la mano, sus padres se dieron cuenta de que a él le interesaban mucho cosas en las que ellos no reparaban: «Lembran que eu estaba atentísimo aos anuncios da televisión e, en cambio, marchaba en canto empezaba a película... ao revés que todo o mundo. Pero é porque a min me interesa moitísimo a comunicación, a mensaxe rápida... sempre me gustou».

Terminada la formación en el instituto Santa Irene, quiso hacer artes gráficas. Pero en su casa, «por orde ministerial», como dice entre risas, le dijeron que tirase hacia Magisterio. Eso hizo. Pero el dibujante tira al cuaderno —en su caso al ordenador, porque lleva diseñando digitalmente tres décadas— tanto como la cabra al monte y Víctor terminó dejando la carrera para hacer prácticas en empresas de artes gráficas o para montar él mismo una firma en la que hacía páginas web cuando Internet todavía iba a pedales. Y, sobre todo, empezó a ilustrar libros. Muchas veces, dibujó libros de texto —un trabajo arduo, haciendo unas 300 diseños en apenas dos tardes— otras veces pintó obras literarias. Hizo tiras en periódicos, acompañó con sus trazos una hilarante parodia de Harry Potter, publicó decenas de libros, ilustró —y todavía lo hace— para editoriales como Xerais... Y un día se fue con su arte a otra parte.

Cambió Vigo por Cataluña y más adelante por Madrid. Quería estar en el meollo de la ilustración y allí se mantuvo unos años, haciendo mil y un proyectos creativos y montando también una empresa que le convirtió en experto en pensamiento audiovisual, es decir, en utilizar una técnica que consiste en representar ideas y conceptos a través de dibujos para lograr comunicarlas bien. Eso hizo que trabajase para firmas como Coca-Cola o Ikea. Recuerda bien aquella etapa: «Foi interesante. Eu nunca ilustrei por estética, iso é algo engadido. Eu o que necesito é comunicar cousas, os debuxos son iso. No caso de Ikea pedíanme debuxos para logo explicarlle aos seus empregados como se facían determinadas cousas».

En el año 2008, pululando aún por las ciudades más grandes de España, le pasó algo que le dejó perplejo: «Contactei con editores americanos e empecei a traballar moito para Estados Unidos e para Canadá. O mundo saxón é incrible a nivel empresarial. Valoran moitísimo o traballo», indica. Comenzó ahí una relación laboral que todavía mantiene, ilustrando libros de texto americanos y también muchas obras literarias, sobre todo juveniles e infantiles. Especial cariño le tiene a Desmond Cole Gosth Patrol, una saga sobre dos niños detectives escrita por uno de ellos, Andrés Miedoso, un seudónimo del verdadero autor.

Hace una década, acompañado de Esther, su mujer, Víctor volvió a Galicia. A Cotobade. Y ahí debieron encontrar su sitio en el mundo. Porque los dos reconocen que les cuesta incluso bajar hasta Pontevedra. Víctor, que ha vuelto a ilustrar para Xerais —suyos son los dibujos de obras como Escarlatina, de Ledicia Costas— y que cuenta cuanto le ocurre a través de sus bocetos, tiene el estudio en un lugar de paso entre la cocina y la habitación. En él, la pantalla enorme sobre la que dibuja, un buen puñado de libros en las estanterías y Gengis Kan dejando caer su baba en el suelo. Se oyen unos gallos a lo lejos. El sol empuja en la ventana. Gengis rosma. Y la vida va lenta. Quizás por eso se le ve tan feliz.