La muerte tiene distintos precios

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

Diferencias importantes en el coste de los nichos entre los cementerios municipales

14 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque Sergio Leoni decía que La muerte tenía un precio en el clásico cinematográfico al que dieron vida Clint Eastwood y Lee Van Cleef, en realidad tiene muchos precios. Al menos, en lo que a los nichos se refiere. Los cementerios municipales de Arousa y Pontevedra -luego está el mundo de los camposantos parroquiales, vecinales o comunales, cada uno con sus leyes y cotizaciones- cobran tasas bastante diferentes, aunque todas se engloban dentro de precios que podrían calificarse como módicos. Al menos, es lo que se oía ayer mismo a pie de camposanto. «Es muy baratito esto. Comparado con como está la vida no cuesta nada», afirmaba una mujer enlutada que todos los días, incluso a veces por la mañana y por la tarde, visita los restos de su hijo treintañero en el cementerio de Rubiáns, en Vilagarcía.

Es difícil comparar las tasas de los cementerios municipales. Y es que, aunque casi todos los concellos tienen ordenanzas al respecto, cada uno se rige por normas distintas, varían los años de concesión y los servicios que incluye. Pero algunas cosas sí están claras. Si lo que uno busca es tener un nicho durante cinco años, y prorrogarlos otro lustro más, el que más caro resulta es el pontevedrés de San Mauro, donde en la ampliación -la zona vieja está prácticamente llena- se paga hasta 372 euros por un nicho durante cinco años. En el lado opuesto está Marín, donde el precio es de 150 euros por diez años, saliendo el año a quince euros. Y en el medio se sitúa Vilagarcía, donde los nichos en las necrópolis municipales, las de Rubiáns y Carril, se cotizan a 22,73 euros anuales.

En un mismo camposanto hay nichos para distintos bolsillos, como ocurre en el mercado inmobiliario al uso. ¿Y qué es lo que marca que sean más caros? Solo hace falta escuchar a una mujer que ayer ponía velas ante una tumba en San Mauro para entenderlo: «Lo principal es que el nicho esté a una buena altura, si lo tienes arriba es horrible para poner las flores y abajo de todo la verdad a mí tampoco me gusta... Lo mejor es en el medio, para mi gusto al menos», indicaba. Efectivamente, al comprobar las tasas que cobra el concello la primera fila y la cuarta son las más asequibles y las del medio las que se cotizan más altas.

No solo en precios hay diferencias. En algunos concellos se permite tener en concesión nichos y que estos estén vacíos. En otros ayuntamientos no. Se da esta última circunstancia tanto en Marín como en Vilagarcía. En estos casos, hasta que hay un fallecimiento no se entrega el nicho, para que siempre haya una bolsa de panteones libres. Aún así, el espacio suele escasear. Desde las tierras marinenses indicaban que posiblemente pronto tengan que hacer un expediente de desocupación de nichos, pasando las cenizas a otros lugares, para poder habilitar lugares para nuevos enterramientos. Asimismo, desde Sanxenxo indicaban también que tienen problemas de espacio en las dos necrópolis municipales.

Ampliaciones y reservas

En algunos concellos, precisamente, está ahora en marcha el proceso para ampliar los nichos. Así lo indicaba el alcalde de Caldas, que espera que se pueda habilitar más espacio en el cementerio de Eirín en el segundo semestre de este año. En Pontevedra, en breve, se abrirá el plazo para que se puedan reservar nichos tanto en San Mauro como en Ponte Sampaio.

«Está aquí mi mujer y no me olvido de ella, me gusta venir»

Manuel Docal aparece en el cementerio en pleno aguacero. Viene con una vela en la mano. Y enseguida cuenta a qué se debe su visita: «Tengo aquí a mi mujer y no me olvido de ella, me gusta venir». Acto seguido, habla, con una amabilidad y una caballerosidad que para sí quisieran muchos, de la importancia de tener un lugar donde llevar flores o encender velas. «Es fundamental», dice. Sin embargo, al preguntarle si él quiere ser enterrado en el mismo lugar, o le valdrían los nuevos panteones que oferta el Concello, es franco: «A mí me da igual lo que hagan conmigo», dice riéndose. No está al día de los precios que se cobran por las concesiones, pero indica: «No creo que salga muy caro esto». Luego, hace memoria y cuenta cosas entrañables. Dice que iba para cura, que estudiaba en Santiago, pero su madre enfermó y regresó a Pontevedra. Entonces, se cruzó en su camino «una chica guapísima», echaron un baile y... hasta que la muerte de ella los separó. De eso hace ya seis años. Y él continúa, semana tras semana, yendo a ponerle velas. «No fallo», dice.

Manuel Docal Jubilado pontevedrés y asiduo de la necrópolis

«Esta es la última casa, y es muy importante que esté segura»

Llovía ayer de forma insistente sobre el cementerio de Rubiáns, en Vilagarcía, aunque de vez en cuando salía el sol. Pero el día, en general, no era propicio para visitar el cementerio. Sin embargo, sobre las diez de la mañana, eran al menos cinco las personas que cogían agua, ponían flores o simplemente se paraban delante de las tumbas de sus difuntos. Una de ellas era Dolores Carril, vecina de Vilagarcía, que explicaba que todas las semanas acude al camposanto: «Me gusta tener bien arreglados los panteones, la verdad», decía mientras pedía ayuda para colocar un centro floral, ya que su jarrón está a una altura que no alcanza bien. «Esto es lo malo, que cuando te toca en una parte alta a veces te cuesta ponerlo», explicaba. Luego, hablaba de lo limpia y bonita que siempre ve la necrópolis y señalaba también lo importante que es para ella saber que tiene un sitio donde podrá ser enterrada: «Esta es la última casa, y es muy importante tenerla segura». Luego, terminaba de arreglar sus flores, las regaba con mimo, y regresaba a Vilagarcía: «En pocos días vuelvo», se despedía.

Dolores Carril Visita a sus difuntos todas las semanas