El parque que no aburre ni siquiera a los mayores está en Marín

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

RAMÓN LEIRO

Instrumentos de tamaño gigante, esculturas en árboles y, sobre todo, muchos toboganes, son las claves de este entorno

20 jun 2017 . Actualizado a las 05:05 h.

Los padres pocas veces lo reconocen. Pero lo sufren en silencio: los parques son aburridos. Lo son. Incluso, a veces aburren hasta a los más pequeños, hartos de los circuitos de tobogán, columpio y demás y deseosos, por ejemplo, de que esos parques en los que se atribulan cada tarde incluyan los areneros que tenían antes y que ahora, debido a que casi todos cuentan con suelos de caucho, apenas existen. Pero hay lugares que son parques y, sin embargo, no dejan margen al aburrimiento. ¿Por qué? Porque son amplios, porque tienen numerosos recursos y, sobre todo, porque permiten a los críos, e incluso a los adultos, utilizar algo maravilloso: la imaginación. Ocurre esto en un lugar de Marín, que por algo recomiendan visitar numerosas guías de viajes para padres. Se trata, cómo no, de la granja de Briz, o también llamado Parque de los Sentidos.

La visita podría empezar por la entrada, por la zona donde uno se encuentra con un espacio acuoso y con el quiosco que regenta Bea desde hace un año: «Estoy encantada, la verdad es que viene bastante gente, sobre todo en los días de buen tiempo, porque aquí se está muy fresquito». Bea tiene toda la razón. Es entrar al parque y sentir que el calor insoportable de estos días se sacude. Pero la visita al quiosco de Bea dura poco. El ritmo frenético del reportaje lo marcan dos niños, Álvaro y Martín, que vienen con sus padres de visita desde Narón y están dispuestos a probar todos los toboganes del recinto. Con sus juegos, quedan patentes dos cosas: una, que los niños se vuelven locos con esas serpientes de acero que los toboganes de la granja de Briz y, dos, que todos los entretenimientos, salvo algún pequeño detalle, están cuidados. Atrás queda aquella época en la que uno de los toboganes estaba vallado e inutilizado.

Álvaro y Martín, que iban flechados hacia los toboganes, no repararon en ellas. Pero quizás lo que más llama la atención de este parque, que embelesó a una excursión de amas de casa de Vilagarcía cuyas mujeres incluso se lanzaron por los toboganes, son las esculturas hechas en viejos troncos que hay a lo largo del camino. «Este sitio es precioso, nosotras veníamos solo a la playa y menos mal que paramos aquí, porque es estupendo», señalaba Charo, de Vilagarcía, que se sentó en un banco a la sombra.

Charo lamentaba no poder recorrer todo el parque. Y escuchándola uno se percata de la cuestión. El espacio es atractivo para niños y adultos. Pero, ojo. Su accesibilidad, por cuestión del terreno -discurre por senderos naturales- está muy comprometida. Apenas se podría andar ni con un carrito de bebé ni tampoco con una silla de ruedas. Por lo demás, el mantenimiento aprueba. El entorno es un combinado de naturaleza con recursos llamativos y atractivos.