Joaquín Lorenzo: «No solo no lo oculto, sino que lo digo en alto, soy bipolar»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTE CALDELAS

CAPOTILLO

El colectivo Alba trabaja para la integración de sus socios

29 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Joaquín Ángel Lorenzo Amoedo tiene 58 años y a los 11 le diagnosticaron un trastorno bipolar. Una enfermedad mental que a día de hoy sigue generando estigmas sociales. La asociación Alba, a la que pertenece desde hace casi dos décadas, trabaja para su eliminación y para lograr la integración de sus usuarios. Joaquín, natural de Ponte Caldelas, reside en un piso tutelado de Alba en Pontevedra. Accede a contar su caso para derribar algunas barreras y normalizar la vida de los enfermos mentales.

Empieza pidiendo perdón por los temblores de sus manos. Explica que normalmente se le nota menos, pero que tuvo un bajón hace cuatro meses por un desajuste en la medicación. Se pide un refresco de limón y se fuma un par de chesters durante la conversación. «Estudié hasta BUP y ya no me dejaron seguir. No saqué ninguna carrera, que sería precioso, pero tengo muchos títulos», dice. Está separado de su mujer, con la que mantiene una «buena relación», y tiene tres hijos y dos nietos. «Me comen el corazón y las entrañas, soy muy afortunado», asegura.

Dejó de trabajar en el año 2000 y tiene una pensión, pero antes tuvo muchos oficios. «Te los cuento todos?», pregunta. Tuvo un bar ocho años, vendió puertas blindadas, trabajó en Correos, en un concesionario de coches, tuvo un empleo en un restaurante en Sanxenxo, fue recepcionista de un hotel y agente comercial.

¿Cómo lleva la enfermedad? «No solo no lo oculto, sino que lo digo en alto, soy bipolar. Tomo medicación, pero amo mi enfermedad, la quiero porque tengo que vivir con ella y esto no se cura, así que mejor llevarla con orgullo», comenta. Joaquín es muy hablador y entusiasta. Se siente bastante feliz y bromea diciendo que no le envidia nada a Cristiano Ronaldo. El fútbol es una de sus pasiones. Tiene el título de entrenador y es seguidor del Celta y del Real Madrid. Pero también le gusta la poesía, consultar vocabulario en un diccionario para aprender, pasear y viajar.

Su segunda familia son sus compañeros de piso. Cuatro personas que tienen esquizofrenia. Él se siente un poco como su padre: «No soy psicólogo, pero la experiencia y la veteranía es un grado. Tenemos que limpiar, cocinar, hacer la comida y a veces tengo que pedirles que hagan las cosas, pero son buena gente». Joaquín siempre tuvo una vida autónoma y quiere seguir teniéndola. Ganas no le faltan.