Sangre fría con velocidad heredada

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTE CALDELAS

emilio moldes

Alexis Viéitez pilota karts desde los 7 años y coches desde los 18. En tres años se ha hecho campeón gallego

21 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En el 2003, cuando él tenía 6 años, su padre andaba por los cuarenta y pocos. Un día, lo recuerda bien, lo llevó a ver una carrera. Era la Subida a Cortegada. Disfrutaron mucho lo que parecía solo una jornada más en familia. Pero algo había cambiado en el interior de Vicente Viéitez y, aunque el pequeño no lo sabía, iba a marcar la vida del propio Alexis. Pocos después su padre tuvo que cerrar una compraventa relacionada con sus dos talleres de neumáticos -situados en la Avenida de Vigo y en Monte Porreiro- en Baión y conoció a Paco Outeda. Cuando descubrió que fabricaba barquetas comenzó a frecuentar el negocio y a su propietario. Un día llegó a casa y anunció a su familia que se acababa de comprar una y que tenía pensado estrenarla en la siguiente subida a Cortegada.

Por entonces Alexis empezó a aficionarse a los karts, y tan pronto se sacó el carné de conducir se pasó a las carreras. No ha dejado de hacerlo desde entonces. Enganchado a la adrenalina que desprende cada vez que se sube a un coche de competición, el joven, que en estos momentos cuenta con 21 años, se proclamó campeón gallego de montaña el año pasado. «Yo llegué de incógnito y todos me tomaban un poco a broma y en tres años me convertí en el piloto más joven en haber ganado una carrera», asegura. Tenía 19 años.

Y, aunque reconoce que a los ralis hay que tenerles respeto, dice que de miedo, nada. Ni él ni sus padres. «Saben que soy una persona fría, que no me pongo nervioso y la tranquilidad es lo que se hace pilotar bien», demuestra hablando despacio, sin acelerarse. Tampoco lo hace, dice, cuando va al volante por carretera. «Suelo andar despacio, entre otras cosas porque quiero demasiado el carné porque sin él no puedo correr», admite. Aún así, no se libra de los susto. El último gordo, el año pasado en la subida a Ponte Caldelas, cuando se rompió el rótulo de su rueda trasera y se salió de la vía. Iba en cuarta a unos 130 kilómetros por hora. «No fue nada para lo que pudo haber sido», dice, solo algo de dolor en el cuello y en la espalda a la altura de los riñones. «Todo el mundo pensó que después del golpe iba a correr menos, pero al día siguiente cogí el coche por la carretera, a la semana siguiente volví a entrenar y en la siguiente carrera conseguí el podio», dice, orgulloso.