Un pontevedrés en la cima de la física

C. Pereiro PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

José se encuentra estos días de vacaciones por la ciudad, aprovechando para ver a su familia y amigos.
José se encuentra estos días de vacaciones por la ciudad, aprovechando para ver a su familia y amigos. C. pereiro

Desde hace un año, el ingeniero trabaja en el CERN, el mayor centro de investigación del planeta

03 may 2016 . Actualizado a las 07:43 h.

José Ferradás (Pontevedra, 1990) nunca creyó que acabaría formando parte de ese equipo internacional de investigadores que firma los avances más importantes en la física de partículas de nuestro tiempo. Vivió toda su vida en el barrio de A Seca, creció en el IES A Xunqueira 1 y se graduó en la Uvigo como ingeniero de minas. Por el camino no hubo regalos, solo trabajo duro, un flexo y muchos codos.

«Todo lo que se realiza en el CERN es un trabajo coral, sin protagonismos individuales de ningún tipo», explica José. Él se encuentra en el departamento de tecnología, y bajo ese título en un subdepartamento que diseña los imanes que el Large Hadron Collide (LHC) contiene, para que el haz de partículas no cambie de trayectoria y mantenga su rumbo. ¿Qué es el LHC? Es el acelerador de partículas más grande y energético del mundo. Un túnel de 27 kilómetros de circunferencia en el que se han realizado algunos de los experimentos más importantes de la historia científica. Se sitúa en Ginebra, cerca de su frontera con Francia.

«Cuando llegas allí te das cuenta de la magnitud que tiene aquello. Ves gente de todos los lados del mundo y no hablo solo de físicos o ingenieros. Tenemos nuestro propio cuerpo de bomberos, de sanidad, de restauración... Aquello es como una ciudad en la que tanto ves estadounidenses como españoles, como alemanes como cubanos.... Imagínate».

El pontevedrés vive al otro lado de la frontera, en Francia. Va y viene todos los días desde su apartamento, en el que vive solo. Próximamente, su pareja viajará desde España e irá a vivir con él. «Al fin tendré compañía», bromea. «Aunque te aseguro que el tiempo pasa volando, no hay tiempo para aburrirse. Los primeros seis meses me pasaron como un rayo porque yo estoy emocionado de estar aquí. Aquí no hay un horario fijo, puedo decirte que entro a las ocho y pico y salgo a las cinco y algo, pero nadie te dice cuánto tienes que estar allí. Todos sabemos nuestro trabajo y, por supuesto, nadie se escabulle o mira el reloj».

«Es posible que dentro de 50 años, los libros de texto del instituto expliquen las cosas que nosotros investigamos en Ginebra», narra con pasión el pontevedrés. «Es una oportunidad increíble formar parte de algo así, de poder rodearte de gente tan buena en lo suyo».

José consiguió su puesto a través de una beca. Eran veinte plazas y se presentaron trescientos. «No sé si fue difícil o no», confiesa. «Antes de estar aquí mandé currículos como todo el mundo. Meses así, sin trabajo, yendo a entrevistas... Quiero decir que me enteré de esta oportunidad y mucha gente quizás no. A veces es un poco cuestión de suerte». De esos veinte, curiosamente, cuatro son gallegos.

«Lo importante de esto es que el CERN genera un retorno a la sociedad. Todo lo que se hace tiene su aplicación en la vida diaria, aunque a veces no se sepa», continúa el pontevedrés. «De momento estaré, al menos, un año más. No sé si me quedaré aquí toda la vida, ni siquiera si eso es posible, pero espero aguantar cinco añitos o así. Sería un lujo, la verdad», contesta José cuando se le pregunta por el futuro a corto y medio plazo.

Es joven, pero habla con una madurez que asombra. «Nadie se va de casa porque quiere. O te vas porque necesitas irte, o bien porque tienes una oportunidad única. La familia queda lejos, los amigos, empiezas de cero... No creo que nadie lo haga sin pensárselo bien. Mi caso es excepcional. Yo me fui porque, metafóricamente hablando, es como si juegas al baloncesto y te llaman de la NBA, ¿cómo no vas a a ir?»

Mejor, en equipo

Al irse explicando, el pontevedrés habla de imanes, de partículas, de campos magnéticos, fotones, neutrones, pero, sobre todo, habla de personas. «Nada sería posible sin el trabajo diario de todo el mundo. Es como una máquina que todos ponemos en marcha y en la que ningún trabajo es mejor o peor que otro, sino que todos estamos logrando llevar lo que conocemos, lo estudiado, a nuevos límites».

También hay anécdotas. «Hay pequeñas cosas y guiños que te alegran, claro. Antes de Navidades probamos un imán que digamos que superó un campo magnético récord, igualando al de Berkeley de Estados Unidos. El jefe de grupo hizo la apuesta del champán anteriormente. Por cada 0,5 teslas -unidad de medida del campo magnético- superior al antiguo récord, pagaría una caja de botellas de champán». La apuesta se cumplió. Hubo cajas, botellas y copas en alto.

José es feliz, quizás sea el adjetivo que mejor lo represente. De A Seca a Ginebra, como si sonara fácil vivir entre los mejores investigadores del mundo.

«Nadie se va de casa por gusto. Lo mío quizás sea una excepción. Para mí estar aquí sería como ser jugador de baloncesto y que te llamen de la NBA»

«Es posible que dentro de cincuenta años los libros de texto hablen de los experimentos y las investigaciones que hicimos en Ginebra. Es una oportunidad única poder formar parte de ello»