Una finca del terror en Mollavao llena de basura y ranas cantoras

María Hermida
MARÍA HERMIDA PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

El terreno de la vieja constructora acumula cosas inverosímiles; desde decenas de butacas a papeles de carácter confidencial

16 mar 2017 . Actualizado a las 22:06 h.

En Madrid hay una casa del terror. Está dentro del parque de atracciones y se paga por entrar. Pretende asustar al visitante, convencerle, en medio de una enorme oscuridad, que no está seguro sobre el suelo que pisa o que le puede caer en la cabeza algo en cualquier momento. En Pontevedra, sin pagar un solo euro, uno puede tener esa misma sensación. Claro que, en el caso de la ciudad del Lérez, no es una atracción. Son unas ruinas de cemento y una finca del terror de verdad, en la que los peligros para el visitante son reales. ¿En qué sitio está? En el barrio de Mollavao. Se trata de lo que fueron las instalaciones y los terrenos de la vieja constructora Malvar, abiertos de par en par y convertidos en un vertedero de basura que crece sin control, donde el único síntoma de vida que se evidencia -a mayores de quien debe dormir en alguno de los colchones que hay en unas viejas casetas o las ratas que seguramente anden sueltas por ahí- son una ranas que croan por todo lo alto en unas fosas llenas de agua verde.

Vayamos por partes. Primero, las instalaciones. Están completamente destrozadas. Da la sensación de que vivieron un auténtico bombardeo. Los saqueos que debieron sufrir son de tal calado que hasta están arrancados por completo los techos de las construcciones aún en pie. Los únicos que resisten al paso del tiempo y al abandono son varios viejos carteles, como uno que pone baño de señoras, y un hórreo de piedra que, pese a estar recubierto de maleza, goza de una aparente buena salud.

Luego hay que hablar de la basura. Porque una cosa es que el sitio lleva años pasto del abandono y otra que se eche a propósito allí todo tipo de cosas. Y eso, por lo que parece, debe estar sucediendo. Sin buscar demasiado pueden verse apiladas decenas de butacas de plástico numeradas, como si hubiesen pertenecido a una instalación deportiva o algo así. Hay palés de madera podridos y acumulados aquí y allá, ruedas y más ruedas tiradas por los suelos, basura procedente de alguna casa con niños, porque no faltan ni juguetes ni películas infantiles en deuvedé o hay también numeroso escombro tirado en distintos puntos. En un montón, pueden verse los restos de una obra de fontanería o similar, porque hay decenas de tuberías de todos los tamaños... un sinfín de basura. Si uno se para a mirar, encuentra hasta información confidencial. No en vano, pueden verse decenas de fichas de entradas y salidas de trabajadores, con nombres y apellidos.

¿Hasta cuándo va a durar este despropósito? Lo último que dijo el Concello de Pontevedra, que tiene una opción de compra sobre esta parcela para hacer un parque, es que mantenía esa apuesta hasta marzo. Estamos, precisamente, en ese mes. ¿Habrá o no novedades de una vez?