Trabajar en un súper, pero vivir de buscar sonrisas

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

Tras una jornada de 7 a 22 horas, sigue feliz. Ahora, intenta contagiar esa innata alegría a toda su calle

25 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Isaac Carreira es de esas personas que todo lo ven fácil; de esas que llevan las ganas, el entusiasmo y la sonrisa de serie. Quizás por ello luce como si fuese el protagonista de uno de esos anuncios televisivos de dentífricos en el que el modelo de turno exhibe una sonrisa infinita aunque uno lo pille después de una jornada laboral que, en su caso, suele durar de 7 de la mañana hasta 10 de la noche. Trabaja él en un supermercado del que es el propietario -es una franquicia de una cadena-. Lo hace en la calle Rosalía de Castro de Pontevedra. Podría decirse, por tanto, que vive Isaac de este súper. Pero hay que ir más allá. El dinero contante y sonante puede que le venga de ahí. Pero lo que realmente le hace vivir a él es buscar y regalar sonrisas. Ejerce a diario de hombre feliz. Y, en esa labor suya, últimamente se ha cruzado una meta: dinamizar la calle en la que tiene su establecimiento.

Resulta que Isaac, que peina los 35 años y es natural de Arcade, llevaba tiempo trabajando aquí y allá en supermercados. Se vio en el paro y con la crisis pululando por el ambiente. Y empezó a pensar que quizás había llegado el momento de volar por sí solo. Estudió varias opciones y se decantó por abrir un supermercado franquiciado. Fue hace dos años. Y no se arrepiente de haber dado el paso. «Traballamos moito, pero penso que merece a pena. Para empezar non está indo mal, oxalá vaia mellorando e sobre todo gañe en calidade de vida, porque polo de agora non queda outra que botarlle horas», señala. En este tiempo que lleva como comerciante de Rosalía de Castro, le dio tiempo a sentir que la calle «necesitaba algo de corazón, algo de alegría».

Empezó por su propia tienda, donde en el pequeño escaparate que tiene lo mismo luce un loro hecho con piña y otras frutas que otras estampas, casi siempre acordes con las estaciones que se van inaugurando. Ahora, por ejemplo, convirtió la cristalera en un pequeño jardín con margaritas. Y confeccionó flores de papel de colorines que de cuando en cuando regala a los clientes.

Pero se le quedó pequeño el negocio en su afán de repartir alegría. Y se puso manos a la obra con la calle. De acuerdo con algún otro comerciante, empezó a «liar a cousa» para que en Navidad el comercio pusiese arbolitos delante de sus puertas, para que Papá Noel visitase el barrio con gaiteiros incluidos y para lo que fue el gran éxito navideño: una quedada masiva para tomar las uvas a las doce del mediodía. «Eu ese día dinme conta de moitas cousas. Case todos os comerciantes pecharon para vir comer as uvas, e moitos deles dicían que parecía mentira que levaran tantos anos aquí e nunca antes tiveran un momento así xuntos», explica Isaac, mientras camina con paso ligero por Rosalía de Castro.

Está poniendo el ojo a todas las paredes. ¿Por qué? Porque lleva unos días buscando algo. Resulta que apareció colgado un papel, escrito a mano y con letra en apariencia infantil, que le encantó. Y ahora busca alguna pista que le lleve a su autor, porque tiene una proposición que hacerle. «Alguén puxo un cartel no que dicía que regalaba sorrisos, de feito tiña varias tiriñas que podías levar para marchar cun sorriso. A min iso encantoume e pensei en contactar con quen o fixo e que repartamos sorrisos por toda a rúa. Penso que é algo que podería quedar moi bonito agora que ven a primavera». Puso esto mismo, que quiere dar con el autor o autora, en el Facebook de los comerciantes, pero de momento no lo topó. Mientras no aparece, Isaac tiene otra tarea por delante. Él y otros comerciantes propusieron a las tiendas que se sumasen a una iniciativa para darle la bienvenida a la primavera... con un atracón de flores. Y así será.

Azaleas por doquier

«Ao final tivemos que encargar 82 azaleas, que nuns días cada un poñerá diante do seu negocio. Cada un paga a súa e a rúa queda preciosa, ¿non?»

., pregunta él. Si uno le pregunta si es feliz, responde un poco a lo gallego, con retranca:

«Para chorar sempre sobrará o tempo

», dice. Cuenta que no tiene grandes aficiones. Pero no hace falta que lo diga para darse cuenta cómo se llama su principal fuente de energía. Es Hugo. De ocho años. Su hijo. Con él pesca, corre por el monte, se disfraza de pirata o posa para una foto metido en el cascarón de un árbol. Y sonríe, claro.