La mujer que mira con lupa a quien adopta gatos

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

emilio moldes

Cuida colonias callejeras de felinos y, antes de que alguien se los lleve, comprueba que vayan a estar bien

09 jun 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

Con María José Vidueira Villanova se toparán quienes no respeten a los gatos. O a los perros. Amante de los animales, inquieta a más no poder, activa siempre, rebelde con muchas causas... María José Vidueira, vecina del barrio pontevedrés de Monte Porreiro es, sobre todo, una de esas personas incapaces de mirar para otro lado cuando algo no le parece justo. Esta condición, en realidad, marca toda su existencia. Es voluntaria del banco de alimentos, está embarcada en distintas acciones solidarias y, sobre todo, centra sus esfuerzos en ayudar a los gatos. Es, desde hace muchos años, una buena samaritana de los mininos callejeros. Fundó incluso una asociación llamada Huellas Felinas y día tras día se preocupa de alimentar, esterilizar o desparasitar a gatos del barrio o de otros lugares. «Hay tanto por hacer», empieza diciendo ella.

María José, aunque vecina de Pontevedra desde hace cuarenta años, no es gallega de nacimiento. Ella nació en Tetuán, donde su abuelo ejercía de militar. Hablan de que vivían sin techo, dice que tenían las camas en una terraza y recuerda los rezos de los marroquíes o el sabor del pan con aceite y sal. Sonríe ella con sus memorias de África. Cuando ella tenía nueve años sus padres se marcharon a Madrid «con lo puesto». Es la mayor de nueve hermanos, así que le tocó ayudar a su madre a cuidar del resto. «Siempre me decían que era una segunda madre», indica. Aún así, pudo cursar los estudios primarios. Tras terminarlos, se empleó en la cocina de una gran empresa. Y allí conoció «a un galleguiño». Con el tiempo se convirtió en su novio y luego en su marido. Un día, a él le ofrecieron un puesto de trabajo en Vigo y decidieron decirle adiós a Madrid. Se instalaron en el centro de Pontevedra. Dice ella que le costó lo suyo adaptarse. Luego terminaron afincándose en Monte Porreiro, donde sigue viviendo. Tuvieron tres hijos y María José se ocupó de criarlos. Con 40 años y los niños ya encarrilados, su carácter inquieto al fin pudo desarrollarse. Dice que conoció a una amiga en un curso de cocina y que ambas empezaron a anotarse «hasta a un bombardeo». No tenía una necesidad especial de trabajar fuera de casa. Pero quería hacerlo. Ambas decidieron probar suerte con unas oposiciones para auxiliar de cocina. Y las dos consiguieron su objetivo.

María José es desde entonces un rostro conocido para muchos niños. No en vano, primero trabajó en la cocina de una guardería pública de Pontevedra y desde hace años lo hace en la cocina del comedor del colegio de Carballedo. El sábado cumplirá 65 años. Y, por tanto, parece que le llega la edad de la jubilación. Colgará los hábitos de cocinera. Pero jamás los de mujer solidaria.

Y es que, paralelamente a su trayectoria laboral, María José nunca ha dejado de ser una hormiguita obrera de las buenas causas. Empezando por su pasión, los gatos. Dice que hace muchos años empezó a ver que había que hacer algo con las colonias callejeras de mininos. Empezó por su cuenta. Y, aunque fundó una asociación, prácticamente sigue su camino en solitario. Se encarga, sobre todo, de alimentar a los animales y de cuidarlos si están enfermos. De su bolsillo intenta sacar dinero también para hacer algunas esterilizaciones que eviten que haya más camadas. Lógicamente, también busca quien adopte a los gatitos callejeros. Pero, ojo, no le vale cualquiera. «En eso soy muy clara. Para darle un animal a alguien tengo que estar muy segura de que lo va a cuidar. El año pasado conseguí que adoptasen a trece gatos callejeros. Pero hay casos en los que me opongo. Recuerdo a una persona que me dijo que de desparasitar al animal nada, que solo lo llevaría al veterinario si se ponía muy enfermo. Le dije que no, que era mejor que no se lo llevase, porque para tener un animal hay que tenerlo bien», indica con voz firme.

Colaboraciones con Redondela

A veces, María José busca apoyos para su causa felina en una entidad de Redondela, con la que colabora. De hecho, últimamente tanto ella como la persona que lleva un colectivo similar a Huellas Felinas en ese municipio están muy pendientes de un asunto que descubrieron en Arcade. «Hay una persona a la que le están desapareciendo los gatos. No se trata de animales callejeros, sino de los suyos propios. Solamente apareció uno de los animales, y tenía claros síntomas de envenenamiento». Al llegar a ese punto, María José lamenta la poca concienciación que hay con respecto a los animales. Y reconoce que muchas veces tuvo problemas por dedicarse a alimentar a los gatos callejeros. «Un día hasta avisaron a la policía, pero yo les indiqué que sabía lo que estaba haciendo y que conocía las leyes al respecto», indicaba. Pese a los problemas, tiene claro que le compensa hacer lo que hace: «Es que de lo contrario no sería yo, no puedo mirar para otro lado viendo a los animalitos», exclama ella.

Con la jubilación a la puerta de la esquina, María José no habla de hacer viajes o de descansar del trabajo. Si se refiere al futuro, es para decir que quiere ser más solidaria todavía. Seguirá con sus gatos. Con sus aportaciones al banco de alimentos. «Y buscaré más cosas», advierte con sonrisa.