Jóvenes que atacan con «sangre» y no se cortan

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

María Hermida

En su argot de obreros del hip-hop, Álvaro y Álex cuentan cómo son las batallas verbales que protagonizan

21 jun 2017 . Actualizado a las 10:44 h.

Álvaro Arosa y Álex Sánchez, a los que les faltan unos meses para cumplir los 18 años, son raperos: obreros de la música de la calle por excelencia. Se les entrevista como tal, porque junto con otros chavales pontevedreses acaban de organizar una sonada batalla de gallos. ¿Qué es eso? Una cita en la que los raperos se retan, por supuesto con rimas, y hay un jurado que decide quién es el que ganó el creativo rifirrafe musical. Pero lo cierto es que conforme ellos van hablando uno siente que, en realidad, eso que ellos cuentan, que suena tan del siglo XXI, podría enmarcarse, salvando las distancias, en otras épocas de la historia. Primero, porque hablan de que les encanta ir de batalla en batalla, como si fuesen antiguos caballeros, solo que ellos en lugar de espadas sacan la lengua a pacer para ganarle al contrincante. Luego, porque afirman que en esas batallas lo que da gusto es lanzarle sangre al otro. ¿Sangre, se les pregunta? Y responden: «La sangre son los lances, lo que le vas diciendo a tu oponente». Y, por último, uno siente que son más caballeros que nunca cuando advierten: «Lo mejor del rap y de las batallas de gallos es que no nos perdemos el respeto. Jamás buscas herir los sentimientos del otro. De hecho, suelen acabar con un abrazo», dicen.

Álvaro y Álex tienen unas historias parecidas, al menos en lo que al rap se refiere. Los dos se quedaron prendados del hip-hop cuando eran unos niños. «Yo escuché una de Melendi y escuché un tema de rap, y tuve claro que lo que a mí me gustaba era lo segundo», dice Álvaro, cuyo nombre como artista de hip-hop es Arosa. En cuanto a Álex, algo parecido: «Escuché una canción y ya me enganché, aunque a mis padres no les hizo ninguna gracia porque decía un montón de palabrotas». En ese punto, tanto uno como otro cuentan que, antes de librar batallas de gallos, tuvieron que librar sus propias guerras domésticas. A los padres, a los de ambos, no les chistaba el asunto del rap. ¿Por qué? «Porque a veces se relaciona con alcohol y con drogas, pero nosotros no hacemos nada de eso. Simplemente nos juntamos y batallamos, empezamos a rapear. Es solo eso», insiste uno y otro. El caso es que, al menos en cuanto a sus progenitores, ganaron la lucha. Porque se hicieron raperos sí o sí.

En nacimiento de Bahamas

Tan raperos eran que se juntaron con otros raperos. Y decidieron que en Pontevedra tenían que organizarse, formar un grupo como otros que ya había en Vigo o distintas ciudades de España y hacer las batallas de gallos famosas, que ellos tanto seguían a través de Internet. Formaron piña el 29 de diciembre del 2016 y se bautizaron como Bahamas 029. Desde entonces, prácticamente todas las semanas se juntan para rapear. Lo hacen en sitios públicos, a ser posible cubiertos para que la lluvia no incordie. Eligen lugares como las cercanías de los juzgados de A Parda o las inmediaciones de Santa María la Mayor. Dicen que pelean verbalmente sobre cualquier cosa; lo mismo les sirve la rivalidad por un partido de fútbol que las pullas por los amoríos. «Está claro que te tienes que meter con el contrincante, que le tienes que atacar, pero el respeto siempre está presente», dice Arosa. Sorprende las reglas de las que hablan, las normas, las líneas que no se deben cruzar... queda claro que sus batallas de hip-hop están regladas y que ellos se las toman «como si fuese un deporte».

Cuentan ambos, estudiantes de primero de bachillerato, uno del Torrente Ballester y otro del Sánchez Cantón, que desde que rapean y ensayan cada día para hacer mejores rimas tienen más «agilidad mental, imaginación y sobre todo vocabulario». Lo cuentan con franqueza. Se nota. Entonces, cae la pregunta: ¿Eso les ayuda en sus estudios? Álex resopla. A él no le fue bien el curso. Reconoce que tenía que haber dado mucho más de lo que dio. Y hace propósito de enmienda. «En verano estudiaré por las mañanas», señala. Y uno decide anotar su frase para que sus padres tengan constancia de la misma. Álvaro, con mejores resultados, añade: «Yo creo que sí que te ayuda, porque aprendes de métrica, de cómo rimar y buscas palabras nuevas todo el tiempo».

Se hace la prueba del algodón y el resultado sorprende. Se les pide que en frío, en plena calle, cojan el rap por los cuernos y lo defiendan en verso de esos que dicen que es una música que solo conlleva «palabrotas y malos rollos». Lo hacen al instante. Les nacen los versos en la boca. Y las pullas. Uno les pregunta si conocen a Góngora y Quevedo, y si su batalla podría servirles de inspiración. Ellos se acuerdan del poema de la nariz. Luego, se marchan como llegaron: educados, risueños, solícitos, amables... y con deberes. Dicen que buscarán en Internet sobre la enemistad de los dos poetas citados.