Joan Osorio, ciego y en diálisis, recibirá un riñón de Blanca, su mujer: «Es mi ángel, lleva treinta años conmigo»

Cristina Barral Diéguez
Cristina Barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Joan Osorio y Blanca Fuentes, este lunes, en el edificio de la Xunta en Benito Corbal, donde Alcer tiene su sede
Joan Osorio y Blanca Fuentes, este lunes, en el edificio de la Xunta en Benito Corbal, donde Alcer tiene su sede ADRIÁN BAÚLDE

Este venezolano afincado en Vilanova de Arousa es una de las 62 personas de Pontevedra que participaron en el programa de asesoramiento de la asociación Alcer

16 ene 2024 . Actualizado a las 18:12 h.

Joan Osorio es uno de los 62 pacientes con enfermedad renal crónica de la provincia de Pontevedra que el pasado año recibieron apoyo de la asociación Alcer a través de un programa de información y asesoramiento. En el local que el colectivo para la lucha contra las enfermedades del riñón tiene en Pontevedra, Joan y su mujer, Blanca Fuentes, relatan su historia. Son venezolanos y hace dos años, con la crisis y cuando la salud de Joan empezó a empeorar, decidieron venirse a España. «Soy hijo de padre gallego y madre venezolana. Por las circunstancias del país y el incremento de los gastos sanitarios, aunque teníamos un seguro, nos volvimos», cuenta este lunes Joan. El matrimonio reside en Vilanova de Arousa. Un glaucoma diabético dejó a Joan sin visión en los dos ojos. Una situación a la que se sumó después su enfermedad renal crónica, que le llevó, ya en España, a recibir diálisis. Empezó en Hospital Provincial y ahora acude tres días por semana, martes, jueves y sábados, a una clínica privada de Carril con la que tiene concierto el Sergas. Cada jornada conectado a la máquina que limpia su riñón son cuatro horas. Joan, de 52 años y que en su país trabajaba en la construcción montando sistemas contra incendios a nivel industrial, confiesa que lleva peor la diálisis que la ceguera.

«No he hecho las paces con la diálisis. Depender de una máquina es esclavizante y la última media hora ya no puedes más. Es fuerte para mí y también para toda la gente porque allí hay personas de todas las edades, jóvenes y mayores», señala. La esperanza llegó el pasado año cuando le plantearon la posibilidad de recibir un riñón de una persona viva, ya que el órgano donado pos mortem está descartado en su caso por un problema de calcificación de las venas. Además de su lazarillo, su ángel es Blanca Fuentes, su mujer, de 46 años. Le hicieron las pruebas de compatibilidad y todo está pendiente de que Joan pueda superar un contratiempo de bombeo en su corazón para someterse al trasplante. Sus ojos están ocultos detrás de unas gafas, pero los de su mujer brillan al escucharlo. «Es mi ángel, qué voy a decir. Lleva treinta años conmigo. Estoy animado porque veo una salida. No tengo palabras para ella y estoy cada vez más enamorado. Es cierto que de chicos tuvimos nuestras diferencias, pero con la madurez eres consciente», subraya. Blanca quiere que su marido pueda tener más calidad de vida al recibir su riñón y dice que no lo dudó. «Es el papá de mis hijos, tenemos dos nietos», recalca, y dice que si hay una opción hay que intentarlo.

 

Joan agradece el respaldo que brindan a los pacientes desde Alcer, en especial, cita a Sarita, Sara Martínez, la trabajadora social de la asociación, que les echó varias manos con los interminables trámites para solicitar las ayudas por discapacidad y dependencia. Una burocracia que a veces desespera a quien la padece. Para poder empezar una nueva vida en España el matrimonio vendió su casa y sus coches en Venezuela. Pese a todos sus problemas de salud, se agarran a lo positivo. «Sueño con ver, con tantas cosas. Sueño despierto y veo su cara, la de mis hijos...». Blanca es un apoyo prácticamente las 24 horas. Desvela que su marido perdió movilidad a raíz de una operación y que si el trasplante sale bien, confía en que pueda ir recuperando autonomía. A Joan le gustaría volver a la ONCE, donde ya estuvo, para formarse en nuevas tecnologías y aprender inglés. Sus aficiones eran todas visuales y no tiene fácil el recambio. Pasear es algo que sí le gusta, pero lleva mal la humedad gallega. «Paseamos por O Terrón, pero más en primavera y verano».